Blogia
Cartas desde mi celda

"Cuenta hasta diez", le dijo alguno de ellos, y por alguna razón la

frase le hizo reír. La súbita risa hizo que se olvidara de dónde estaba

y de lo fría y dura que se sentía la plancha en su espalda. No tenía

muy claro qué querían hacer con ella. Todo había empezado como un

juego excitante, y aquella noche estaba más animada a practicarlo

que nunca. Pero esos extraños aparatos no entraban dentro de sus

planes. No conocía demasiado bien a ninguno de sus cuatro

acompañantes, sólo de compartir unas cuantas copas. Por eso, al

taparle los ojos y tumbarla desnuda en uno de los aparatos, sintió

miedo. Estaba desprotegida, atada por las muñecas y a merced de

cuatro hombres sedientos de sexo. Antes de llegar a diez, sintió que

unas manos separaban sus piernas y

---

Cuando algo que te propones hacer no hay forma de hacerlo, déjalo.

No le des más vueltas. Igual un día, sin esperarlo, lo haces. O no.

Pero seguro que hoy no puedes, y lo único que conseguirás es un

agobio para todo el día. Lo que me jode es que este agobio se ha

convertido en permanente. No puedo. No me sale. ¿Necesitaré algo

que me motive, que me saque de este enfrentamiento conmigo misma

que me impide escribir? Quizá una obligación ineludible. El deber de

trabajar un texto en un Taller Literario. Mira que me gustaría, pero no

se me ocurre cómo podría ahorrar para que no sea un pequeño

desastre para mi economía. No me supondría la ruina, eso está claro,

pero me pongo a pensar todo lo que podría hacer con ese dinero y

me sabe fatal. Aunque claro, es una inversión. Quizá con las

herramientas necesarias podría escribir algo decente y ganar algún

premio que otro. Soy un poco ilusa, porque, ¿cuánta gente habrá que

piense lo mismo?

---

Llevo un año engañada. Recuerdo que justamente en la Nochevieja

del pasado año fumé como algo "excepcional", y como el experimento

no fue mal porque seguía sin fumar, fui confiándome y fumando

alguno que otro cuando la ocasión estaba justificada, aunque cada

vez los motivos "justificados" lo eran menos. Ha pasado un año, y me

siento orgullosa de fumar muchísimo menos, pero no puedo decir que

no sea fumadora. Si fumo -y sin duda he fumado- lo soy. Tampoco

puedo decir exactamente cuánto tiempo llevo sin fumar, porque este

año y poco de semi abstinencia está salpidado de numerosas

ocasiones en que la ocasión me invitaba a fumarme algún cigarrito.

Parece que no me pica fumar entre semana, pero lo cierto es que,

cada vez más, cuando pienso en fiestas y reuniones con ciertas

personas la necesidad de fumar es especialmente fuerte. Si

solamente fumara uno, vale, pero es que cuando empiezo fumo como

cuando fumaba habitualmente, por lo que ahora, después de un año y

poco, tengo que reconocer que sigo siendo fumadora. No me siento

mal, ni desanimada, porque en estos momentos tengo la clave del

pleno control y sé que lo conseguiré, sin duda, pero es momento de

proponérmelo seriamente. He aprendido que se deja de fumar no

fumando, y para ello no tengo que fumar más, nada de plantearme

excepciones o entristecerme. Sé que no fumar es mucho mejor, sobre

todo para mi salud y mis vías respiratorias, y porque en este tiempo

que he estado casi sin fumar me he dado cuenta de que fumar no es

tan guay como parecía. Por ejemplo, en mi relación con Keko, noto

que él se incomoda cuando fumo, y a la vez yo también estoy

incómoda, por lo que no me gusta que haya una cortina de humo

entre nosotros, así pasa en más ocasiones. En cambio, en otras...

¡buf! Sé que va a ser una buena lucha, porque hay personas con las

que siempre fumo. Pero tengo ganas de enfrentarme a esas

situaciones y ver qué pasa. Es como cuando me desacostumbré a

fumar en el trabajo, es simplemente probarlo, ver que no pasa nada y

hacerlo una costumbre.

---

Qué más quisiera no quedarme bloqueada por a saber qué mecanismo

que me impide escribir cualquier cosa. ¿De qué tengo vergüenza? ¿es

preferible escribir menos pero "mejor"? Creo que no. Al menos para

aprender o escribir una historia completa. Si nunca lo consigo es

porque algo falla, y creo que es esto. Lo que pasa es que siempre me

quedo planteándome qué falla. Es lo único que escribo. Me da miendo

empezar a escribir una historia sin mirar hacia atrás. Es ridículo.

Bueno, ahora estoy en el sitio menos indicado para escribir, pero

siempre me pongo a plantearme lo mismo aquí. En casa es como si

huyera del ordenador o de la hoja en blanco. Ya haré lo que tenga

que hacer cuando me apetezca, ¿vale? Porque si no voy a empezar a

organizarme el día, como casi siempre, y otra vez me va a entrar el

agobio. Creo que escribo bien, me falta lanzarme, me falta confianza

y no mirar lo que escribo. Dejarme llevar, simplemente eso.

Cuando termino, todo lo que escribo me parece una patata. Quizá lo

sea, pero seguro que si lo leo otro día no me parece tan malo,

aunque sólo se pueda aprovechar una frase o una idea. Creo que me

puedo llevar alguna sorpresa si me acostumbro a trabajar así. Ahora

falta hacerlo. Mira que intento planteármelo como un proceso

creativo de tan sólo diez minutos al día, pero nada.

Un taller literario. Está bien, pero no me lo puedo permitir. Cuesta

como un curso en la universidad, y con eso me pago parte de un

master. Me encantaría, porque sería una forma de obligarme a escribir

y saber cómo lo hago. Si fuera posible...

---

Un día más para enfrentarme conmigo misma. Debo estudiar, de

hecho tengo ganas. También tengo que ponerme al día en lo que

respecta al orden y limpieza de la casa. Esta tarde, en cuanto llegue

a casa me voy a poner ropa cómoda, fregar los platos, barrer un

poco lo necesario y ordenar una de las cosas que tengo que ordenar

(cajón de ropa interior). También voy a ordenar mi escritorio y quitar

las cosas de encima del sofá verde, a ver si lo utilizo más. Después

me gustaría estudiar. Tengo que imprimir lo que me queda de

aprendizaje y mañana llevar los apuntes que tenga completos a

encuadernar. Demasiadas cosas quiero hacer siempre, y al final no

hago nada. Bueno, lo que decía, primero friego platos y barro, luego

con el café o el té en el escritorio estudio una o dos horitas

Psicometría. Después tomo las medidas a un pantalón de Keko y

plancho algo. Pondré dos lavadoras de ropa interior. Me gustaría

encontrar algún libro sobre pastas moldeables, para entretenerme.

Ahora no voy a pensar en nada, por favor. Sólo voy a hacer lo que

tenga que hacer, que seguro que trabajo no falta. Mi objetivo hasta

las 10'30 es trabajar. A las 9'30 miraré el correo por si Keko me ha

escrito. Venga.

Empiezo a estar harta de ser así. Empiezo las cosas con una obsesión

casi enfermiza por hacer de todo, por saber de todo enseguida, y de

repente el interés se desvanece. Yo creo que me canso porque me

saturo con tanta información sobre lo mismo. Ahora quiero hacer

cosas con pastas moldeables, y ya estaba mirando cosas para

acometer esta labor. Pero no. Voy a pasar de todo y me voy a

dedicar a estudiar y a no hacer absolutamente nada más. Estoy

cansada de tener siempre cosas en la cabeza. Me agobio mucho... :(

Sólo voy a estudiar y a ordenar un poquito mi casa. ¿Por qué tengo

que hacer tanta cosa en tan poco tiempo? Tengo el sábado libre, así

que si me apetece puedo hacer algo, pero el sábado, sólo el sábado.

Hoy es día para estudiar y arreglar mi casita, que me hace sentir

bien. A veces creo que me voy a volver loca.

Vale. Continuamos un poco hasta las 13'00. Mi problema es que no

hablo con nadie, por eso siempre estoy hablando conmigo misma :(((

Ya es la una. La verdad es que cuando consigo concentrarme en una

cosa me quedo más tranquila que cuando estoy dispersa.
---
Carmen miraba al fuego en silencio cuando Andrés se sentó a su lado.

Estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá,

cubierta con una pequeña manta de lana. No se volvió para mirarle,

pero le ofreció parte de la manta para que la compartiera con ella.

Andrés le dio un cigarrillo.

"Cualquiera diría que estás enfadada conmigo", bromeó.
Carmen suspiró mirando al fuego y luego volvió la cabeza hacia él.

"Sabes que no", dijo, evitando mirarle.
"No quiero ser pesado, pero me gustaría saber qué te pasa para que

estés tan triste"
Carmen permaneció callada, inexpresiva. Andrés se entretenía

contemplando el reflejo del fuego en su cara, esperando alguna

reacción.
"No sé cómo explicarlo", esta vez sí le miró, y Andrés se estremeció al

ver su expresión compungida.

Andrés le tomó la mano y la apretó fuerte, en un intento de

transmitirle confianza. Ella cerró los ojos, reconfortada por el calor de

Andrés, y sonrió.

"Puedes intentarlo", dijo él, en un susurro.
---
Siempre vuelvo a las viejas aficiones. Cuando algo me interesa me

apasiona tanto que no dejo de pensar en eso durante el tiempo que

me dure. Luego lo dejo y lo olvido. Me gustaría no ser tan radical en

ninguno de los aspectos, no atiborrarme de información cuando algo

me interesa y no dejar las cosas después, quedándose casi todo a

medio hacer. Me gustaría cambiar eso, ser más constante, y aunque

creo que algo estoy consiguiendo cambiar, me resulta difícil, quizá

porque pienso que no puedo corregir esa tendencia tan fuerte de

hacer las cosas y me desanimo. Como dejar de fumar, requiere un

esfuerzo durante un tiempo, hasta que se convierte en hábito y es

más fácil mantenerlo. Me gustaría hacer muchas cosas, pero para ello

hay que aprender, y mi problema es que quiero aprenderlo y hacerlo

todo enseguida. De ahí viene el empacho de información que hace

que finalmente desista. Ahora he vuelto a mirar páginas de

Esperanto, y a bajarme cursos e información. Sí, me gustaría

aprender, pero siento que me ocurrirá lo mismo que siempre. Si fuera

capaz de racionar los contenidos que tengo que asimilar, intentando

limitar esa parte de mí que siempre va por delante, quizá sería una

buena forma de empezar a hacer las cosas de forma distinta. Ahora

que empieza el curso, voy a tomármelo en serio y estudiar bastante,

programando el estudio y buscando momentos de verdadera

dedicación cada día. De momento, estoy imprimiendo apuntes, y mi

primer objetivo es terminar lo que he empezado antes de empezar a

estudiar. Es decir, imprimir todo lo que necesito y después empezar,

cosa que nunca he acabado haciendo, aunque me lo proponía. Ya he

comprobado con las tareas de la casa que las cosas que parece que

no se acaban y siempre se quedan a medias se pueden acabar y la

satisfacción es mayor, además de no suponer mucho más trabajo, por

eso decía que algo está cambiado. Escribir me relaja y me gusta, pero

ocurre lo mismo. Si me propongo escribir un poco cada día, aunque

sea lo que me pasa por la cabeza, en poco tiempo lo abandono y

paso de todo. Quiero hacer ejercicio, quiero hacer bisutería, quiero

aprender idiomas... Estoy a un paso de sentirme frustrada y no quiero

que esto ocurra, porque me gustaría hacer todo lo que quiero sin

sentirme esclava de nada, ni apesadumbrada porque nunca consigo la

perfección y el grado de conocimiento que me gustaría. Lo primero es

identificar los fallos, y uno muy gordo es mi afán de perfeccionismo,

sobre todo con lo que escribo o hago con abalorios. Nunca me gusta

nada, y me harto de la tarea que he hecho de tanto buscarle

defectos. Un ejemplo, mientras escribo esto, que no tiene interés

para nadie, excepto para mí, no he podido resistir la tentación de

releerlo con el ojo crítico puesto, y he tenido que contenerme varias

veces más. Hoy voy a seguir imprimiendo apuntes, ahora que tengo el

escritorio ordenado, y mientras puedo hacer varias cosas, como

ordenar mi ropa, hacer abalorios o estudiar Esperanto, que es lo que

me apetece hoy. De momento no estoy matriculada y todavía estoy

imprimiendo apuntes, por lo que nada de estudiar ni de pensar

siquiera en ello. Vale. Como no puedo hacerlo todo a la vez lo voy a

sortear...
Bien. Ha salido "ropa". Mientras imprimo los apuntes voy a ordenar mi

ropa, que también es una cosa que me apetece hacer, sobre todo

ahora que hay que cambiar la de verano por la de invierno. A eso de

las ocho voy a hacer media horita de ejercicio, para despejarme, pero

despejarme de verdad. Media hora a tope y sin mirar apenas el reloj

ni el cuentakilómetros. Después de cenar, y hasta la hora de

acostarme, me puedo sentar en el ordenador y mirar cosas de

Esperanto, pero con mucha tranquilidad. Jugar con el primer tema del

curso que me bajé ayer, sin saltar a otros temas, aunque me parezca

fácil. Si me pongo los auriculares, no molesto a Kekito ;-)

Pues sí, hice bastantes cosas, aunque no todo lo que en principio

dije. Aunque lo sorteara porque me daba igual, para qué nos vamos a

engañar, me apetecía menos ordenar mi ropa que hacer lo otro, así

que mientras imprimía el resto de apuntes de Patológica (¡ya tengo el

material!), me dediqué a intentarlo de nuevo con la puntada

comanche. Por fin he comprendido cómo se hace, así que ya puedo

hacer lo que me apetezca con más rapidez, porque mira que es

sencillo. No hice nada concreto, simplemente probé a hacer una parte

del pendiente comanche y hoy quizá haga uno en serio. Después me

puse a hacer ejercicio y me pegué un bañito. Antes de acostarme

enchufé los cascos al ordenador y estuve haciendo unos cuantos

ejercicios de Esperanto. Es bastante sencillo y estoy empezando a

comprenderlo. Quizá es esa otra de las cosas que me atraen, su

sencillez. A veces me pregunto por qué precisamente ese idioma, con

la poca utilidad que tiene y la poca gente que lo habla. Es poca,

cierto, pero hay en todos los paises, lo que hace posible que te

puedas comunicar con gente de todo el mundo en un mismo idioma,

que es lo interesante. Supongo que si hubiera que hacer un esfuerzo

mayor para aprenderlo no lo aprendería, pero al resultarme fácil e

intuitivo me gustaría acabar y no quedarme como siempre en el

principio. Esta tarde tengo algo que probar. He comprado un reloj y

quiero ponerle una cadena de abalorios, lo que en apariencia parece

sencillo. Ya veremos qué sale. Yo creo que quedará bien, por lo que

he visto por ahí, pero la gracia no sólo está en hacerlo igual o

parecido, hay que acertar con las bolas y la combinación de colores.

Esta tarde, si no salimos, haré lo que hice ayer, mientras imprimo

apuntes haré la pulsera para el reloj, y a las ocho haré ejercicio.

Después, haré lo que me apetezca.

Las intenciones eran buenas, pero se torcieron los planes y no hice

nada de lo que me propuse. Para empezar, fuimos incapaces de quitar

los eslabones del reloj. Luego llamé a mi padre y me explicó cómo iba,

pero lo único que conseguí después de intentarlo muchísimas veces

fue hacerme heridas en el mismo dedo. Keko tampoco pudo, así que

hoy iré a que mi padre me los quite y me explique de paso cómo va.

No tenía ganas de hacer bici, así que continué con el pendiente

comanche de ayer. Me está saliendo bien, pero como lo dejé a

medias y no me convencía mucho, cuando me ponga de nuevo haré

otro. Antes de acostarme miré el tema 3 de Esperanto, y la verdad es

que bien. Lo que voy a hacer va a ser tomarme el fin de semana

como descanso para no agobiarme demasiado. Como este finde no

saldremos, voy a imprimir los apuntes de Psicología del Aprendizaje y

si puedo de Historia de la Psicoterapia, preparar la matrícula para

pagarla el lunes y algún que otro trabajillo de bisutería. A ver si soy

capaz de hacer unos pendientes comanches en condiciones y hago

otros para mi hermana. También tengo que hacer la pulsera para mi

madre. Y bueno, si tengo el reloj a ver si le pongo la correa para ver

cómo queda, que me hace ilu. También tengo que ordenar la ropa y

los zapatos y limpiar la casa. Cuántas cosas. Creo que no tendré

tiempo para todo, aunque puedo ir alternando las cosas que me

gustan más con las que menos para que no sea tan pesado. Por

ejemplo, el sábado me levanto a las nueve, me preparo un café y

preparo los temas de Aprendizaje para imprimir mientras miro las

noticias, el correo y esas cosillas. Mientras imprimo, pruebo a hacer el

reloj y me voy tomando descansos de media horita para hacer cosas

en la casa. Uno para limpiar los cuartos de baño, otro para hacer la

cama, otro para barrer... etc. Lo malo es que cuando me acomodo

haciendo una cosa me cuesta horrores ponerme a hacer otra, y así

va pasando el tiempo sin hacer nada. Por la tarde, voy a ordenar el

armario de los zapatos y a limpiar los de verano para guardarlos,

mientras, lavo ropa de verano para guardarla y saco ropa de invierno.

Mientras, voy imprimiendo lo que me queda de Aprendizaje. Eso si no

salimos, que no creo porque Keko trabaja el domingo. Las intenciones

son buenas, pero ya veremos lo que pasa.
9-10: desayuno, aseo y preparación de apuntes para imprimir.
10-11: ir imprimiendo apuntes 1PP hasta que se acabe... abalorios
11-11'30: limpiar cuarto de baño (uno o los dos, si da tiempo)
11'30-12'30: abalorios
12'30-13'30: hacer la cama y barrer.
13'30-....: preparar comida y comer
Por la tarde, poner lavadora y limpiar zapatos y ropa. Ordenar ropa de

los armarios y la ropa que hay en la estantería de la plancha. Lo que

sobre y no me vaya a poner lo guardo. Ordenar también las toallas.
Otra cosa que me gustaría hacer es calentarme un poco más la

cabeza con lo que me pongo para vestir. Combinar todo lo que tengo

con elegancia, y no llevar siempre lo mismo. No debe ser difícil, pero

siempre me quedo convencida de que no lo sé hacer, quizá porque la

elegancia no sólo depende de la ropa que te pongas.

Vaqueros: más chulos (2): los últimos que me compré y los de la

cinta de cuero, luego hay otros dos que no están mal (los que me he

estado poniendo este verano). 4 vaqueros, dos en una percha.
Pantalones de vestir: verdes, negros, marrones de Berska, beige (4)
Diario: granates, pana beige, pana azul (hay que arreglar la

cremallera), rosas, verdes.
---
Es como fumar. Te arrepientes cuando saboreas las consecuencias,

no el cigarrillo. Realmente, fumas uno y a tu cuerpo no le pasa nada,

pero al día siguiente empiezas a encontrarte mal porque el cuerpo se

está desintoxicando al no volver a recibir más dosis de veneno, y es

molesto, sólo por un simple cigarrillo, o los que sean, pasar de nuevo

por esa fase de varios días.
Con la atracción por otra persona pasa algo parecido. Lo que atrae

es el lado bueno, sugerente. Atrae tanto que parece que no tenga

nada malo. Siempre me pasa igual, siento atracción por lo prohibido y

parece que la persona que tengo al lado ya no me resulte

interesante. Yo sé que no es así, lo que ocurre es que con la persona

que tengo al lado me he asentado, no tiene ese lado excitante de lo

nuevo; pero lo bueno de lo nuevo es una fantasía que se alimenta

mientras no se falsea con la realidad. Como el deseo de fumar, es un

placer irresistible cuando lo deseas, pero cuando te fumas el cigarro

ya no parece tan placentero...
---
Luis miró a su alrededor con disimulo y se aseguró de que Don Enrique

estaba a la vista. Una de sus temblorosas manos bajó de la mesa en

silencio y se introdujo en su pantalón, palpando por el interior de sus

calzoncillos. Era la primera vez. Don Enrique empezó a caminar con

paso firme, golpeando el suelo con sus tacones. Se dirigía a él. Luis

sacó la mano con precipitación y la dejó sobre su muslo, sin saber

qué hacer con ella. Don Enrique llegó a su altura y se agachó,

recogiendo del suelo unos retazos de papel que habían escapado de

su escondite pegados a su mano.

-¡Rodriguez! No estará usted copiando, ¿verdad? -rugió el profesor.
---
Vale. Tengo un argumento en la cabeza. Ahora debo desarrollarlo. Me

da igual cómo, pero voy a hacerlo. No te preocupes por ello y

dedícate a escribir.

El primer día apenas pudimos salir del hotel. Después de comer nos

sentamos a tomar un café mientras contemplábamos por las

cristaleras la cortina de agua que caía sin cesar. Estábamos

sedientas de sol y playa, y lo que nos había recibido nada más bajar

del avión era justo lo contrario.on el secreto temor de que nuestra

semana de vacaciones

El primer día apenas pudimos salir del hotel. Llegamos sedientas de sol

y mar, y nos recibió una fuerte lluvia cuando bajamos del avión.

Resignadas, nos tomamos un café después de comer mientras

contemplábamos la lluvia a través de las cristaleras. Recuperamos el

buen humor haciendo planes, ahogando el secreto temor de que

nuestra semana acabara pasada por agua.

Son un grupo de amigas que van de vacaciones una semana a un

destino que tiene playa. Están alojadas en un hotel. ¿Cuántas?

Todavía no lo sabemos.

El primer día nos recibió una incesante lluvia. Bajamos del avión

sedientas de sol y mar, pero sólo encontramos una violenta cortina

de agua que apenas nos permitió salir del hotel. Un poco

desilusionadas, nos instalamos y después de comer nos tomamos un

café mientras observábamos en silencio la lluvia a través de los

cristales. Como nosotras, la cafetería estaba llena de rostros

silenciosos, contrariados por la lluvia. Familias, parejas, y bulliciosos

grupos de amigos. Crucé la mirada con la única persona que estaba

sola, un hombre de mediana edad. Sin querer la mantuve fija un

instante, y él hizo lo mismo al percatarse. La retiré avergonzada por

mi poca educación. Mis tres amigas ya se habían enfrascado en una

animada conversación cuando me incorporé a ella y comprobé de

reojo que el solitario me seguía mirando. O eso me parecía.

El día siguiente amaneció limpio de nubes, de un azul claro y brillante.

El sol nos devolvió la sonrisa y corrimos con júbilo a ponernos la ropa

de baño para bajar a nuestra anhelada playa, donde pasamos casi

todo el día. Por la noche nos vestimos y maquillamos para salir en

busca de diversión. En una ciudad de vacaciones es fácil hacer

nuevas amistades y, como no, ligar o pegar un polvo. Marta y Begoña

ligaron en la segunda disco, Rosa en la tercera. Yo me conformaba

con bailar, pero al ver que me estaba quedando sola empecé a tirarle

los trastos a un moreno que enseguida se dio por aludido. Bailamos un

rato mientras nos lanzábamos miradas cargadas de contenido erótico,

y rozábamos nuestros cuerpos al menor descuido. Estaba sudando, y

me dirigí a la barra a pedir algo. Hice hueco entre los que estaban

apoyados en ella, y casi me caí sobre un cuarentón. Apenas le miré

para disculparme, y me dediqué a intentar que el camarero me

prestara atención. Él me golpeó el hombro. Creía que me iba a

reprochar mi mala educación.

-Hola- me dijo.
-Hola- contesté, distraída, alzando el brazo para reclamar al

camarero.
-¿Qué quieres tomar? -dijo, llamando al camarero, que acudió en

cuanto levantó la mano.

Le miré con suficiencia. Desprecié su actitud de ligón de discoteca. Si

pensaba que iba a llevarme a la cama invitándome a copas estaba

muy equivocado.

-Ya lo tienes aquí. -dijo, y se desentendió de mí.

Le volví a mirar. No sé si me dolió más haberme equivocado al juzgarle

o que hubiera pasado de mí. Me dirigí de nuevo a él para darle las

gracias.

-Me llamo Isa. -dije, intentando ser simpática.
-Encantado Isa, yo soy Jorge.

Para mi sorpresa, me extendió la mano en lugar de darme dos besos.

Paso dos. Nos olvidamos de lo escrito ayer. Hoy la cosa empieza

cuando se presenta al hombre del hotel, que todavía no sabe que es

el mismo. Se lo encontrará cuando vaya al hotel con el moreno que

se ha ligado.

-¿De vacaciones? -preguntó, ofre
---
Hoja electrónica en blanco. A ver quién es capaz de juzgarme. Dios

mío, es que leo las tonterías que escribo y me da cosa, tengo que

borrarlas. Tendría que guardar el censor, pero no puedo, va conmigo.

¿Tengo una historia? No, no tengo, o no estoy segura de cómo

desarrollarla. No estoy segura no, no tengo ni puta idea. Eso, ni puta

idea. Empezamos bien. ¿Qué me gustaría hacer? Me gustaría

demostrarme que soy capaz de escribir bien y de desarrollar un

cuento, me gustaría que me seleccionaran para publicarlo en el

Proyecto Sherezade. Y que me toque una primitiva, no te jode. Pero

bueno, que digo yo que es una cosa como más probable, que

depende de algo que yo hago, y si tengo capacidad, ¿por qué no?

Claro, ahora tengo que demostrar que tengo capacidad. ¿Qué me

pasa? que siempre me quedo en blanco, que no sé qué escribir ni

cómo, eso quiere decir algo. O que tengo muy buenas intenciones y

esto no es lo mío, o que soy un genio atormentado por una educación

mediocre. Qué cachondo esto último. Prohibido releer, qué más da,

esto es un desahogo. Tengo que aprender a no releer hasta terminar

lo que me propongo, un párrafo, una hoja, una frase. No volver atrás

para corregir y permitir que se ponga en marcha el censor. Debería

planificar un ejercicio así antes de ponerme a escribir. Por ejemplo,

escribir durante 10 minutos todo lo que se me pase por la cabeza, sin

corregir ni preocuparme cómo ni qué escribo. Después, plantear un

argumento sencillo en dos frases, y sobre eso escribir un cuento.

Puede ser corto y malo. Una vez escrito (sin volver la vista atrás...)

dejarlo descansar sin releer hasta el día siguiente, y otra vez lo

mismo, diez minutitos de escritura rápida para ejercitar los dedos y

desintoxicar la mente y repaso del cuento, esta vez corrigiendo y

buscando fallos. No me servirá para crear un cuento que te cagas,

pero para ejercitarme quizá sí.
---
Fui yo quien lo dejó hace años, pero no había día que no pensara en

él. No sé si era pura atracción física, porque creo que no estaba

enamorada. Al menos, no me dolió dejarle. Total, él seguía

haciéndome caso, y yo me sentía más libre alejada de sus celos.

Sabía que me avergonzaba que me vieran con él, porque en aquellos

momentos la diferencia de edad me preocupaba. Ahora me daba igual.

De cualquier modo, estaba a punto de casarme y no era momento de

preguntarme por qué seguía pensando en él todos los días.

No habíamos perdido el contacto. Aquél viernes de julio había

quedado por la tarde para tomar un refresco en su casa, un bonito

chalet con piscina, a pocos kilómetros del mar. Me recibió Silvia, su

novia, una morena de 22 años que llevaba cerca de un año con él.

Intercambiamos un par de besos y me llevó de la mano junto a la

piscina, mientras hablábamos del asfixiante aire de poniente. Él

estaba sentado en una mesa a la sombra de un toldo, y me dedicó

una sonrisa encantadora. A menudo fantaseaba recordando

sensaciones que habíamos experimentado juntos, o imaginando

situaciones nuevas. Me gustaba que me deseara, que me sonriera

como ahora. Quizá ninguno de sus gestos encerrara la intención que

mi imaginación le daba cuando se disparaba, pero me gustaba

escapar de la realidad pensando en ello. (cuando algún gesto o

palabra suyos me lo hacían suponer mi imaginación se disparaba con

deseos reprimidos. Deseos no debían hacerse realidad.). Nos

saludamos dándonos dos besos muy cerca de la comisura de los

labios, como siempre. Silvia sacó una bandeja con cervezas y unas

olivas. Llevaba un pequeño pantalón corto y la parte de arriba del

biquini. Estaba muy morena, y era muy bonita.
---

0 comentarios