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Cartas desde mi celda

"Si quieres..."

"Si quieres..."

“Si quieres, haz esto”. “Esto” es un marrón; algo de lo que deberíamos ocuparnos pero no queremos, así que con esta fórmula le pasamos la pelota a otro -como quien no quiere la cosa- para que se quede en su tejado. Bien hecho. A partir de este momento, las consecuencias que se deriven de la decisión tomada –hacer o no hacer- ya no recaerán en nosotros, sino en la persona que “si quiere” puede hacerlo. Y siempre, siempre, el sugerido “esto” es algo que hay que hacer, “quieras o no quieras”. Ahora el pobre desgraciado/a no podrá devolverlo porque se sentirá comprometido, ya que quien se lo ha pasado –normalmente, un superior incompetente como tú- le ha “hecho el favor” de permitirle tomar una decisión.

Extraído del coleccionable por fascículos “Psicología Barata de las Organizaciones”

Todo vuelve

Todo vuelve

Me acabo de dar cuenta que hace un montón de tiempo que no sé nada de mi ex. Desde la última vez, que pasé de contestarle un patético e-mail de disculpa por no dar señales de vida un fin de semana que habíamos quedado, no lo he visto más que un par de veces en el Messenger, y apenas hemos tenido conversación. Es una pena que una relación de cinco años haya terminado en casuales encuentros por Internet –es estúpido comunicarse sólo así-, pero tengo que pensar que ha pasado mucho tiempo desde que aquello se acabó -más de cuatro años- y que tengo muy claro a quién quiero, ¿por qué me sigue importando? Quizá me jode haberme arrastrado tanto por intentar mantener al menos una amistad, y que a él no le preocupe. En cualquier caso, aunque me acuerdo mucho de él, me da igual saber de su vida o que él sepa de la mía. Antes le llamaba para quedar de vez en cuando, hasta que me di cuenta de que él no lo hacía nunca, y que poco le debe importar cuando lleva tantos meses sin dirigirme la palabra, ni siquiera electrónicamente. El orgullo no es bueno, baby, y si piensas que con indiferencia vas a hacerme daño vas apañao.

Aunque no pasa nada. Todo vuelve, como dicen las madres de las modas. Y para muestra, la ex de mi pareja. Le dejó por un tío del que se ha separado pocos meses después de casarse y, después de muchos años de no dirigirle palabra sin ningún motivo, ahora le habla como si no hubiera pasado nada –o eso pretende. No estoy celosa, pero sí me da rabia que algunos pasen olímpicamente de los sentimientos de los demás y luego, cuando les conviene –o lo necesitan-, quieran que haya el buen rollito y la amistad de antes. No vivimos en un mundo chupi-super-ideal. Quién más, quién menos, todos tenemos sentimientos escondidos que no siempre son buenos. De todas maneras no me pienso meter. Esta es mi opinión, y ya la conoce quien me interesa. Lo que no se puede intentar es que seamos todos amiguitos hasta la muerte.

De vuelta

No tengo mucho que contar, pero me he pasado por el Blog y lo he visto tan abandonado que me ha dado pena. Ha pasado un mes desde la última vez que escribí, aunque el tiempo se me ha pasado volando. No hay novedades de ninguna clase. El trabajo igual, la gente igual, todo igual. A veces pienso que mejor así, que estamos todos contentos y felices. Lo único que falla es el trabajo, pero me lo he tomado como un esfuerzo necesario -que no tiene por qué ser placentero- que al menos tiene la gratificación económica para seguir llevando una vida en condiciones. Así hasta que llegue otra cosa. La semana que viene tenemos una oposición. No tenemos muchas posibilidades, pero si al menos sirve para meternos en una bolsa de trabajo merece la pena intentarlo. Coincide con las fiestas de Sant Jordi, pero este año no creo que acabemos borrachos y malísimos de la muerte, así que dudo que nos plantemos en el examen con resaca. Con los años esas cosas ya no tienen gracia ni parecen tan divertidas. Cuando te acostumbras a comer bien, hacer un poco de ejercicio, no fumar y no beber alcohol, el trauma de pillarse un pedo es más gordo que en la época de fiesta intensiva de viernes a domingo. Sé que me estoy volviendo un poco abuela, pero es que encima me gusta estar así.

Cambiando radicalmente de tema, no puedo evitar hablar del pedante de mi jefe(cillo). Hace unos días nos dio una charlita y, dándoselas de entendido en la lengua de Cervantes, repitió la frase en tanto en cuanto unas grxsfrasr de veces. Más o menos, todas las veces que necesitó unir una frase con otra. Opino que es una de esas fórmulas que, para usarla correctamente y sin parecer un pedantón de cuidado, hay que tener un dominio perfecto de la lengua. Yo ni siquiera me atrevo a usarla. Le doy el PALPDMPDV (Premio a Lo Peor Desde Mi Punto De Vista).

Todo por la pasta

Todo por la pasta

Qué harta estoy de gastar. Decía mi madre que para presumir hay que sufrir, aunque no se refería exactamente a esto, pero desde luego algunos gastos son para presumir, porque en las bodas y acontecimientos sociales varios hay que vestir bien. Otros son para subsistir, que ahí duele menos gastarse el dinero, pero otros son incomprensibles, y justamente son de los que no te puedes escaquear. Mi cuenta bancaria ya se encuentra en la zona de descenso peligroso que se aproxima a la nada. Y para terminar de animar, en esta empresa -que al contrario de lo que nos vendieron, va como el culo- no paran de amenazarnos con que no tienen dinero y que como no seamos más productivos quizá nos inviten amablemente a abandonar el barco –es decir, nos trasladen a otra ciudad, obligando a mucha gente a irse voluntariamente, que para listos y chulos ellos. ¿Y qué podemos hacer si para ser más productivos hace falta mucho más personal? Estas cosas, que no dependen de los empleados pero de las que intentan hacernos responsables, desaniman mucho. No sé si formará parte de una estrategia de desmotivación para que nos cansemos antes. Ya no sé ni qué tengo que hacer, porque tengo la sensación de que lo que hago no sirve para nada. Ya nos están demostrando que no aprecian nuestro trabajo. Y sí, el barco se hunde, no sé si será cuestión de uno o varios meses, pero con lo mucho que zozobra dudo que llegue a un año, ni mucho menos que recuperemos la estabilidad perdida.

Aires difíciles

Aires difíciles

El jueves por la mañana tenía una preocupación. Una preocupación más desde que estamos en esta empresa, nada grave. Pero con todo lo que ha ocurrido se me ha olvidado. Estos días han sido muy extraños. Tengo la sensación de que ha pasado mucho más tiempo que el transcurrido desde el jueves. Por un lado, la tristeza y el desánimo por la atrocidad del atentado. Por otro, la incertidumbre hasta bien entrada la noche del sábado sobre quienes habían sido los desalmados. Después, el momento de la decisión popular. Me pareció una jornada triste, silenciosa, pero me ha emocionado que hayamos podido demostrar quién manda en el país por encima de los que, aprovechando su mayoría absoluta, toman decisiones sin tener en cuenta la opinión de una gran mayoría de ciudadanos. Reconozco que yo era una de las muchas que vivía en el letargo de una tranquilidad somnífera, resignada de que votar sería cuestión de elegir un mismo perro con distinto collar. Es más, daba por hecho que los que estaban repetirían, aún después de haber hecho cuanto les ha dado la gana desoyendo nuestra voz. Pero ha sido posible devolverles la bofetada. No sé qué tal nos irá con estos, pero he recuperado la confianza en la importancia de un voto para tomar la decisión del gobierno de un país. La desgracia es que hayamos tenido que comprobar las graves consecuencias de sus decisiones –tomadas, como no, pasando de todos- para invertir el resultado de nuestra elección. Mucha gente no pensará así, pero a mí me seguirá quedando la duda de qué hubiera pasado si no nos hubieran arrastrado a las guerras de Jorgito Bush, alias el salvador del mundo. Ahora es tarde para saberlo.

Rutina

Rutina

A veces tengo la impresión de que esto se ha convertido en un juego de pelota. Con sus reglas para no salir expulsado, pero juego al fin y al cabo. Estoy cansada de estrujarme la cabeza para devolver los marrones escurridos por otros, lanzados con la intención de salpicar. Cansada de justificar por qué esto no, por qué yo no, o de recordar continuamente cuáles son los límites de mi trabajo, para evitar que se desdibujen sólo con acceder una sola vez a alguna petición poco razonable. Antes era distinto. Era distinto para todos. Teníamos una motivación porque era posible cambiar de puesto, incluso de sueldo, si uno lo demostraba con conocimientos, trabajo, y esas cosas con las que uno se esfuerza por ascender. Pero esto ya no ocurre. Así que me veo en la necesidad de negociar con bastante frecuencia mi trabajo, porque ya se han aprovechado bastante y por el mismo precio tengo menos trabajo y menos preocupaciones.

Por suerte ya me importa tan poco que en casa ni me acuerdo de esta bazura que antes me hacía pasarlo tan mal.

Hasta esto se ha convertido en rutina…

En un país multicolor… la buena vida se acabó

En un país multicolor… la buena vida se acabó

No sé si uno se pone tonto porque se hace mayor o empieza a hacerse mayor cuando se pone tonto. Tonto de darle vueltas al mismo tema. Tonto de comerse la cabeza por el TEMA –con mayúsculas. Me refiero al paso del tiempo, no al sexo, malpensad@. Basta que te pares a pensar un poco más que de costumbre y ya está, empieza la nostalgia y el susto te recorre el cuerpo cuando te das cuenta de que han pasado 10 años desde que saliste del instituto, o cuando te topas con un compañero que ya tiene dos críos y cada vez menos pelo, o cuando pinchan música de tu época de juergas y tu hermana pequeña te mira como si fueras un objeto de museo. El hay que ver cómo ha pasado el tiempo, si parece que fue ayer, y sus infinitas y tópicas variantes. Y en eso hemos estado estos últimos días, con tanta boda, con tanta generación del Barrio Sésamo repitiendo la historia de nuestros padres. No sé, yo siempre la he conocido desde otro punto de vista, y ahora me siento extraña cuando me doy cuenta de que estamos inmersos en ella desde hace tiempo, y que sigue para adelante sin remedio.

Stop!!!

Stop!!!

Ya pasó. El sábado que viene es que ni salgo, palabrita del niño Jesús. Vaaaaleee, una está mayor, ¿y qué? Aunque hace unos años –pocos- me pareciera imposible, cuando llega el viernes me alegro porque… ¡me puedo quedar en casa! Quién lo diría. Yo, que no paraba en casa ni para cambiarme, que salía de trabajar y me enfundaba el traje de vampiro para no volver hasta el amanecer. Y mira. Pero estoy hecha polvo. No he descansado en todo el fin de semana y todavía me siento como si me hubieran pegado una paliza. La despedida fue un rollo, pero como había alcohol me tiré a él como si se fuera a terminar. Claro que, o eso, o me ponía a hablar de la regla -tema número 1- experiencias y encuentros en la enésima fase cuando una se casa -tema semi-permanente en las variadas conversaciones- o el estriptis de otras despedidas a las que he asistido. Jo-tía-o-sea.

Desgana

Desgana

Entre Frenadoles y desmotivaciones laborales varias, he pasado una semana rararararara. Hoy me he despertado con el firme propósito de no poner el despertador mañana, que ya está bien de dormir poco, aunque me tiente levantarme antes para hacer cosas –joer tía, piensa un poquito en ti. Este finde tengo la despedida, y espero no hacer tanto el burro como la semana pasada, que luego me paso toda la semana recuperándome. A ver qué pasa. Hace mucho tiempo que no salgo sólo con ejemplares de mi género –normalmente vamos revueltos, pero no juntos, las parejitas pegajosas a darse el filete al coche-, así que me atrae revivir las tonterías por minuto que somos capaces de decir un número x de mujeres cuando nos alcoholizamos. Avorem.

Sed de Fiestuki

Estoy medio dormida, a pesar del café, y para colmo las herramientas no se abren y no se puede navegar, así que por el momento no hay nada interesante que hacer. Sólo puedo escribir, pero me cuesta más ponerme que hacerlo, y llevo como una hora en blanco, intentando sin éxito bajarme el correo o abrir el programita con el que trabajamos. Me siento muy perezosa.

El sábado nos reencontramos con Bea y Javi y tuvimos una sesión alcohólica de las de antes. Hacía muchísimo que no nos veíamos –desde Nochevieja, en Valencia- y para celebrarlo cenamos en casa y le pegamos al café –café licor, bebida típica de Alcoy- y al whisky un buen rato. Como siempre, nos reímos y nos rayamos mucho. Después salimos por ahí –qué frío hace en la montaña, joer-, y esta vez no hubo bajas antes de tiempo, que era la tónica general de las últimas salidas.

Ya sabéis, hay que repetirlo pronto. Pero sin resaca al día siguiente -aunque a partir de los veintitantos sea pedir demasiado ;-)

Idiota

Siempre que te ilusionas con la buena marcha de algo, tiene que pasar alguna cosa que lo eche a perder. Ayer, poco antes de salir del curro, se me ocurrió una historia para escribir un cuento, e incluso escribí un par de párrafos que me gustaron mucho, así que lo guardé y me lo envié por e-mail para bajármelo en casa y continuar. Suelo borrar los archivos de las cosas que escribo porque me da un poco de grima que estén en un disco duro ajeno, así que después de enviármelo y comprobar que había llegado bien lo borré del disco duro y de la papelera de reciclaje. Ayer no me conecté desde casa, pero hoy me he bajado el archivo en el curro para volver a leer lo que escribí y pensar cómo podría continuar y compruebo con horror que el archivo que me envié, aunque tenía un nombre parecido, no era el del cuento. Y claro, como no dejé ni rastro de los archivos de marras, me he quedado con cara de idiota maldiciéndome por dentro. Podría escribirlo de nuevo, pero me he quedado tan chafada que se me han quitado las ganas. En fin, a ver si luego me animo… ¡snif!

"Cuenta hasta diez", le dijo alguno de ellos, y por alguna razón la

frase le hizo reír. La súbita risa hizo que se olvidara de dónde estaba

y de lo fría y dura que se sentía la plancha en su espalda. No tenía

muy claro qué querían hacer con ella. Todo había empezado como un

juego excitante, y aquella noche estaba más animada a practicarlo

que nunca. Pero esos extraños aparatos no entraban dentro de sus

planes. No conocía demasiado bien a ninguno de sus cuatro

acompañantes, sólo de compartir unas cuantas copas. Por eso, al

taparle los ojos y tumbarla desnuda en uno de los aparatos, sintió

miedo. Estaba desprotegida, atada por las muñecas y a merced de

cuatro hombres sedientos de sexo. Antes de llegar a diez, sintió que

unas manos separaban sus piernas y

---

Cuando algo que te propones hacer no hay forma de hacerlo, déjalo.

No le des más vueltas. Igual un día, sin esperarlo, lo haces. O no.

Pero seguro que hoy no puedes, y lo único que conseguirás es un

agobio para todo el día. Lo que me jode es que este agobio se ha

convertido en permanente. No puedo. No me sale. ¿Necesitaré algo

que me motive, que me saque de este enfrentamiento conmigo misma

que me impide escribir? Quizá una obligación ineludible. El deber de

trabajar un texto en un Taller Literario. Mira que me gustaría, pero no

se me ocurre cómo podría ahorrar para que no sea un pequeño

desastre para mi economía. No me supondría la ruina, eso está claro,

pero me pongo a pensar todo lo que podría hacer con ese dinero y

me sabe fatal. Aunque claro, es una inversión. Quizá con las

herramientas necesarias podría escribir algo decente y ganar algún

premio que otro. Soy un poco ilusa, porque, ¿cuánta gente habrá que

piense lo mismo?

---

Llevo un año engañada. Recuerdo que justamente en la Nochevieja

del pasado año fumé como algo "excepcional", y como el experimento

no fue mal porque seguía sin fumar, fui confiándome y fumando

alguno que otro cuando la ocasión estaba justificada, aunque cada

vez los motivos "justificados" lo eran menos. Ha pasado un año, y me

siento orgullosa de fumar muchísimo menos, pero no puedo decir que

no sea fumadora. Si fumo -y sin duda he fumado- lo soy. Tampoco

puedo decir exactamente cuánto tiempo llevo sin fumar, porque este

año y poco de semi abstinencia está salpidado de numerosas

ocasiones en que la ocasión me invitaba a fumarme algún cigarrito.

Parece que no me pica fumar entre semana, pero lo cierto es que,

cada vez más, cuando pienso en fiestas y reuniones con ciertas

personas la necesidad de fumar es especialmente fuerte. Si

solamente fumara uno, vale, pero es que cuando empiezo fumo como

cuando fumaba habitualmente, por lo que ahora, después de un año y

poco, tengo que reconocer que sigo siendo fumadora. No me siento

mal, ni desanimada, porque en estos momentos tengo la clave del

pleno control y sé que lo conseguiré, sin duda, pero es momento de

proponérmelo seriamente. He aprendido que se deja de fumar no

fumando, y para ello no tengo que fumar más, nada de plantearme

excepciones o entristecerme. Sé que no fumar es mucho mejor, sobre

todo para mi salud y mis vías respiratorias, y porque en este tiempo

que he estado casi sin fumar me he dado cuenta de que fumar no es

tan guay como parecía. Por ejemplo, en mi relación con Keko, noto

que él se incomoda cuando fumo, y a la vez yo también estoy

incómoda, por lo que no me gusta que haya una cortina de humo

entre nosotros, así pasa en más ocasiones. En cambio, en otras...

¡buf! Sé que va a ser una buena lucha, porque hay personas con las

que siempre fumo. Pero tengo ganas de enfrentarme a esas

situaciones y ver qué pasa. Es como cuando me desacostumbré a

fumar en el trabajo, es simplemente probarlo, ver que no pasa nada y

hacerlo una costumbre.

---

Qué más quisiera no quedarme bloqueada por a saber qué mecanismo

que me impide escribir cualquier cosa. ¿De qué tengo vergüenza? ¿es

preferible escribir menos pero "mejor"? Creo que no. Al menos para

aprender o escribir una historia completa. Si nunca lo consigo es

porque algo falla, y creo que es esto. Lo que pasa es que siempre me

quedo planteándome qué falla. Es lo único que escribo. Me da miendo

empezar a escribir una historia sin mirar hacia atrás. Es ridículo.

Bueno, ahora estoy en el sitio menos indicado para escribir, pero

siempre me pongo a plantearme lo mismo aquí. En casa es como si

huyera del ordenador o de la hoja en blanco. Ya haré lo que tenga

que hacer cuando me apetezca, ¿vale? Porque si no voy a empezar a

organizarme el día, como casi siempre, y otra vez me va a entrar el

agobio. Creo que escribo bien, me falta lanzarme, me falta confianza

y no mirar lo que escribo. Dejarme llevar, simplemente eso.

Cuando termino, todo lo que escribo me parece una patata. Quizá lo

sea, pero seguro que si lo leo otro día no me parece tan malo,

aunque sólo se pueda aprovechar una frase o una idea. Creo que me

puedo llevar alguna sorpresa si me acostumbro a trabajar así. Ahora

falta hacerlo. Mira que intento planteármelo como un proceso

creativo de tan sólo diez minutos al día, pero nada.

Un taller literario. Está bien, pero no me lo puedo permitir. Cuesta

como un curso en la universidad, y con eso me pago parte de un

master. Me encantaría, porque sería una forma de obligarme a escribir

y saber cómo lo hago. Si fuera posible...

---

Un día más para enfrentarme conmigo misma. Debo estudiar, de

hecho tengo ganas. También tengo que ponerme al día en lo que

respecta al orden y limpieza de la casa. Esta tarde, en cuanto llegue

a casa me voy a poner ropa cómoda, fregar los platos, barrer un

poco lo necesario y ordenar una de las cosas que tengo que ordenar

(cajón de ropa interior). También voy a ordenar mi escritorio y quitar

las cosas de encima del sofá verde, a ver si lo utilizo más. Después

me gustaría estudiar. Tengo que imprimir lo que me queda de

aprendizaje y mañana llevar los apuntes que tenga completos a

encuadernar. Demasiadas cosas quiero hacer siempre, y al final no

hago nada. Bueno, lo que decía, primero friego platos y barro, luego

con el café o el té en el escritorio estudio una o dos horitas

Psicometría. Después tomo las medidas a un pantalón de Keko y

plancho algo. Pondré dos lavadoras de ropa interior. Me gustaría

encontrar algún libro sobre pastas moldeables, para entretenerme.

Ahora no voy a pensar en nada, por favor. Sólo voy a hacer lo que

tenga que hacer, que seguro que trabajo no falta. Mi objetivo hasta

las 10'30 es trabajar. A las 9'30 miraré el correo por si Keko me ha

escrito. Venga.

Empiezo a estar harta de ser así. Empiezo las cosas con una obsesión

casi enfermiza por hacer de todo, por saber de todo enseguida, y de

repente el interés se desvanece. Yo creo que me canso porque me

saturo con tanta información sobre lo mismo. Ahora quiero hacer

cosas con pastas moldeables, y ya estaba mirando cosas para

acometer esta labor. Pero no. Voy a pasar de todo y me voy a

dedicar a estudiar y a no hacer absolutamente nada más. Estoy

cansada de tener siempre cosas en la cabeza. Me agobio mucho... :(

Sólo voy a estudiar y a ordenar un poquito mi casa. ¿Por qué tengo

que hacer tanta cosa en tan poco tiempo? Tengo el sábado libre, así

que si me apetece puedo hacer algo, pero el sábado, sólo el sábado.

Hoy es día para estudiar y arreglar mi casita, que me hace sentir

bien. A veces creo que me voy a volver loca.

Vale. Continuamos un poco hasta las 13'00. Mi problema es que no

hablo con nadie, por eso siempre estoy hablando conmigo misma :(((

Ya es la una. La verdad es que cuando consigo concentrarme en una

cosa me quedo más tranquila que cuando estoy dispersa.
---
Carmen miraba al fuego en silencio cuando Andrés se sentó a su lado.

Estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá,

cubierta con una pequeña manta de lana. No se volvió para mirarle,

pero le ofreció parte de la manta para que la compartiera con ella.

Andrés le dio un cigarrillo.

"Cualquiera diría que estás enfadada conmigo", bromeó.
Carmen suspiró mirando al fuego y luego volvió la cabeza hacia él.

"Sabes que no", dijo, evitando mirarle.
"No quiero ser pesado, pero me gustaría saber qué te pasa para que

estés tan triste"
Carmen permaneció callada, inexpresiva. Andrés se entretenía

contemplando el reflejo del fuego en su cara, esperando alguna

reacción.
"No sé cómo explicarlo", esta vez sí le miró, y Andrés se estremeció al

ver su expresión compungida.

Andrés le tomó la mano y la apretó fuerte, en un intento de

transmitirle confianza. Ella cerró los ojos, reconfortada por el calor de

Andrés, y sonrió.

"Puedes intentarlo", dijo él, en un susurro.
---
Siempre vuelvo a las viejas aficiones. Cuando algo me interesa me

apasiona tanto que no dejo de pensar en eso durante el tiempo que

me dure. Luego lo dejo y lo olvido. Me gustaría no ser tan radical en

ninguno de los aspectos, no atiborrarme de información cuando algo

me interesa y no dejar las cosas después, quedándose casi todo a

medio hacer. Me gustaría cambiar eso, ser más constante, y aunque

creo que algo estoy consiguiendo cambiar, me resulta difícil, quizá

porque pienso que no puedo corregir esa tendencia tan fuerte de

hacer las cosas y me desanimo. Como dejar de fumar, requiere un

esfuerzo durante un tiempo, hasta que se convierte en hábito y es

más fácil mantenerlo. Me gustaría hacer muchas cosas, pero para ello

hay que aprender, y mi problema es que quiero aprenderlo y hacerlo

todo enseguida. De ahí viene el empacho de información que hace

que finalmente desista. Ahora he vuelto a mirar páginas de

Esperanto, y a bajarme cursos e información. Sí, me gustaría

aprender, pero siento que me ocurrirá lo mismo que siempre. Si fuera

capaz de racionar los contenidos que tengo que asimilar, intentando

limitar esa parte de mí que siempre va por delante, quizá sería una

buena forma de empezar a hacer las cosas de forma distinta. Ahora

que empieza el curso, voy a tomármelo en serio y estudiar bastante,

programando el estudio y buscando momentos de verdadera

dedicación cada día. De momento, estoy imprimiendo apuntes, y mi

primer objetivo es terminar lo que he empezado antes de empezar a

estudiar. Es decir, imprimir todo lo que necesito y después empezar,

cosa que nunca he acabado haciendo, aunque me lo proponía. Ya he

comprobado con las tareas de la casa que las cosas que parece que

no se acaban y siempre se quedan a medias se pueden acabar y la

satisfacción es mayor, además de no suponer mucho más trabajo, por

eso decía que algo está cambiado. Escribir me relaja y me gusta, pero

ocurre lo mismo. Si me propongo escribir un poco cada día, aunque

sea lo que me pasa por la cabeza, en poco tiempo lo abandono y

paso de todo. Quiero hacer ejercicio, quiero hacer bisutería, quiero

aprender idiomas... Estoy a un paso de sentirme frustrada y no quiero

que esto ocurra, porque me gustaría hacer todo lo que quiero sin

sentirme esclava de nada, ni apesadumbrada porque nunca consigo la

perfección y el grado de conocimiento que me gustaría. Lo primero es

identificar los fallos, y uno muy gordo es mi afán de perfeccionismo,

sobre todo con lo que escribo o hago con abalorios. Nunca me gusta

nada, y me harto de la tarea que he hecho de tanto buscarle

defectos. Un ejemplo, mientras escribo esto, que no tiene interés

para nadie, excepto para mí, no he podido resistir la tentación de

releerlo con el ojo crítico puesto, y he tenido que contenerme varias

veces más. Hoy voy a seguir imprimiendo apuntes, ahora que tengo el

escritorio ordenado, y mientras puedo hacer varias cosas, como

ordenar mi ropa, hacer abalorios o estudiar Esperanto, que es lo que

me apetece hoy. De momento no estoy matriculada y todavía estoy

imprimiendo apuntes, por lo que nada de estudiar ni de pensar

siquiera en ello. Vale. Como no puedo hacerlo todo a la vez lo voy a

sortear...
Bien. Ha salido "ropa". Mientras imprimo los apuntes voy a ordenar mi

ropa, que también es una cosa que me apetece hacer, sobre todo

ahora que hay que cambiar la de verano por la de invierno. A eso de

las ocho voy a hacer media horita de ejercicio, para despejarme, pero

despejarme de verdad. Media hora a tope y sin mirar apenas el reloj

ni el cuentakilómetros. Después de cenar, y hasta la hora de

acostarme, me puedo sentar en el ordenador y mirar cosas de

Esperanto, pero con mucha tranquilidad. Jugar con el primer tema del

curso que me bajé ayer, sin saltar a otros temas, aunque me parezca

fácil. Si me pongo los auriculares, no molesto a Kekito ;-)

Pues sí, hice bastantes cosas, aunque no todo lo que en principio

dije. Aunque lo sorteara porque me daba igual, para qué nos vamos a

engañar, me apetecía menos ordenar mi ropa que hacer lo otro, así

que mientras imprimía el resto de apuntes de Patológica (¡ya tengo el

material!), me dediqué a intentarlo de nuevo con la puntada

comanche. Por fin he comprendido cómo se hace, así que ya puedo

hacer lo que me apetezca con más rapidez, porque mira que es

sencillo. No hice nada concreto, simplemente probé a hacer una parte

del pendiente comanche y hoy quizá haga uno en serio. Después me

puse a hacer ejercicio y me pegué un bañito. Antes de acostarme

enchufé los cascos al ordenador y estuve haciendo unos cuantos

ejercicios de Esperanto. Es bastante sencillo y estoy empezando a

comprenderlo. Quizá es esa otra de las cosas que me atraen, su

sencillez. A veces me pregunto por qué precisamente ese idioma, con

la poca utilidad que tiene y la poca gente que lo habla. Es poca,

cierto, pero hay en todos los paises, lo que hace posible que te

puedas comunicar con gente de todo el mundo en un mismo idioma,

que es lo interesante. Supongo que si hubiera que hacer un esfuerzo

mayor para aprenderlo no lo aprendería, pero al resultarme fácil e

intuitivo me gustaría acabar y no quedarme como siempre en el

principio. Esta tarde tengo algo que probar. He comprado un reloj y

quiero ponerle una cadena de abalorios, lo que en apariencia parece

sencillo. Ya veremos qué sale. Yo creo que quedará bien, por lo que

he visto por ahí, pero la gracia no sólo está en hacerlo igual o

parecido, hay que acertar con las bolas y la combinación de colores.

Esta tarde, si no salimos, haré lo que hice ayer, mientras imprimo

apuntes haré la pulsera para el reloj, y a las ocho haré ejercicio.

Después, haré lo que me apetezca.

Las intenciones eran buenas, pero se torcieron los planes y no hice

nada de lo que me propuse. Para empezar, fuimos incapaces de quitar

los eslabones del reloj. Luego llamé a mi padre y me explicó cómo iba,

pero lo único que conseguí después de intentarlo muchísimas veces

fue hacerme heridas en el mismo dedo. Keko tampoco pudo, así que

hoy iré a que mi padre me los quite y me explique de paso cómo va.

No tenía ganas de hacer bici, así que continué con el pendiente

comanche de ayer. Me está saliendo bien, pero como lo dejé a

medias y no me convencía mucho, cuando me ponga de nuevo haré

otro. Antes de acostarme miré el tema 3 de Esperanto, y la verdad es

que bien. Lo que voy a hacer va a ser tomarme el fin de semana

como descanso para no agobiarme demasiado. Como este finde no

saldremos, voy a imprimir los apuntes de Psicología del Aprendizaje y

si puedo de Historia de la Psicoterapia, preparar la matrícula para

pagarla el lunes y algún que otro trabajillo de bisutería. A ver si soy

capaz de hacer unos pendientes comanches en condiciones y hago

otros para mi hermana. También tengo que hacer la pulsera para mi

madre. Y bueno, si tengo el reloj a ver si le pongo la correa para ver

cómo queda, que me hace ilu. También tengo que ordenar la ropa y

los zapatos y limpiar la casa. Cuántas cosas. Creo que no tendré

tiempo para todo, aunque puedo ir alternando las cosas que me

gustan más con las que menos para que no sea tan pesado. Por

ejemplo, el sábado me levanto a las nueve, me preparo un café y

preparo los temas de Aprendizaje para imprimir mientras miro las

noticias, el correo y esas cosillas. Mientras imprimo, pruebo a hacer el

reloj y me voy tomando descansos de media horita para hacer cosas

en la casa. Uno para limpiar los cuartos de baño, otro para hacer la

cama, otro para barrer... etc. Lo malo es que cuando me acomodo

haciendo una cosa me cuesta horrores ponerme a hacer otra, y así

va pasando el tiempo sin hacer nada. Por la tarde, voy a ordenar el

armario de los zapatos y a limpiar los de verano para guardarlos,

mientras, lavo ropa de verano para guardarla y saco ropa de invierno.

Mientras, voy imprimiendo lo que me queda de Aprendizaje. Eso si no

salimos, que no creo porque Keko trabaja el domingo. Las intenciones

son buenas, pero ya veremos lo que pasa.
9-10: desayuno, aseo y preparación de apuntes para imprimir.
10-11: ir imprimiendo apuntes 1PP hasta que se acabe... abalorios
11-11'30: limpiar cuarto de baño (uno o los dos, si da tiempo)
11'30-12'30: abalorios
12'30-13'30: hacer la cama y barrer.
13'30-....: preparar comida y comer
Por la tarde, poner lavadora y limpiar zapatos y ropa. Ordenar ropa de

los armarios y la ropa que hay en la estantería de la plancha. Lo que

sobre y no me vaya a poner lo guardo. Ordenar también las toallas.
Otra cosa que me gustaría hacer es calentarme un poco más la

cabeza con lo que me pongo para vestir. Combinar todo lo que tengo

con elegancia, y no llevar siempre lo mismo. No debe ser difícil, pero

siempre me quedo convencida de que no lo sé hacer, quizá porque la

elegancia no sólo depende de la ropa que te pongas.

Vaqueros: más chulos (2): los últimos que me compré y los de la

cinta de cuero, luego hay otros dos que no están mal (los que me he

estado poniendo este verano). 4 vaqueros, dos en una percha.
Pantalones de vestir: verdes, negros, marrones de Berska, beige (4)
Diario: granates, pana beige, pana azul (hay que arreglar la

cremallera), rosas, verdes.
---
Es como fumar. Te arrepientes cuando saboreas las consecuencias,

no el cigarrillo. Realmente, fumas uno y a tu cuerpo no le pasa nada,

pero al día siguiente empiezas a encontrarte mal porque el cuerpo se

está desintoxicando al no volver a recibir más dosis de veneno, y es

molesto, sólo por un simple cigarrillo, o los que sean, pasar de nuevo

por esa fase de varios días.
Con la atracción por otra persona pasa algo parecido. Lo que atrae

es el lado bueno, sugerente. Atrae tanto que parece que no tenga

nada malo. Siempre me pasa igual, siento atracción por lo prohibido y

parece que la persona que tengo al lado ya no me resulte

interesante. Yo sé que no es así, lo que ocurre es que con la persona

que tengo al lado me he asentado, no tiene ese lado excitante de lo

nuevo; pero lo bueno de lo nuevo es una fantasía que se alimenta

mientras no se falsea con la realidad. Como el deseo de fumar, es un

placer irresistible cuando lo deseas, pero cuando te fumas el cigarro

ya no parece tan placentero...
---
Luis miró a su alrededor con disimulo y se aseguró de que Don Enrique

estaba a la vista. Una de sus temblorosas manos bajó de la mesa en

silencio y se introdujo en su pantalón, palpando por el interior de sus

calzoncillos. Era la primera vez. Don Enrique empezó a caminar con

paso firme, golpeando el suelo con sus tacones. Se dirigía a él. Luis

sacó la mano con precipitación y la dejó sobre su muslo, sin saber

qué hacer con ella. Don Enrique llegó a su altura y se agachó,

recogiendo del suelo unos retazos de papel que habían escapado de

su escondite pegados a su mano.

-¡Rodriguez! No estará usted copiando, ¿verdad? -rugió el profesor.
---
Vale. Tengo un argumento en la cabeza. Ahora debo desarrollarlo. Me

da igual cómo, pero voy a hacerlo. No te preocupes por ello y

dedícate a escribir.

El primer día apenas pudimos salir del hotel. Después de comer nos

sentamos a tomar un café mientras contemplábamos por las

cristaleras la cortina de agua que caía sin cesar. Estábamos

sedientas de sol y playa, y lo que nos había recibido nada más bajar

del avión era justo lo contrario.on el secreto temor de que nuestra

semana de vacaciones

El primer día apenas pudimos salir del hotel. Llegamos sedientas de sol

y mar, y nos recibió una fuerte lluvia cuando bajamos del avión.

Resignadas, nos tomamos un café después de comer mientras

contemplábamos la lluvia a través de las cristaleras. Recuperamos el

buen humor haciendo planes, ahogando el secreto temor de que

nuestra semana acabara pasada por agua.

Son un grupo de amigas que van de vacaciones una semana a un

destino que tiene playa. Están alojadas en un hotel. ¿Cuántas?

Todavía no lo sabemos.

El primer día nos recibió una incesante lluvia. Bajamos del avión

sedientas de sol y mar, pero sólo encontramos una violenta cortina

de agua que apenas nos permitió salir del hotel. Un poco

desilusionadas, nos instalamos y después de comer nos tomamos un

café mientras observábamos en silencio la lluvia a través de los

cristales. Como nosotras, la cafetería estaba llena de rostros

silenciosos, contrariados por la lluvia. Familias, parejas, y bulliciosos

grupos de amigos. Crucé la mirada con la única persona que estaba

sola, un hombre de mediana edad. Sin querer la mantuve fija un

instante, y él hizo lo mismo al percatarse. La retiré avergonzada por

mi poca educación. Mis tres amigas ya se habían enfrascado en una

animada conversación cuando me incorporé a ella y comprobé de

reojo que el solitario me seguía mirando. O eso me parecía.

El día siguiente amaneció limpio de nubes, de un azul claro y brillante.

El sol nos devolvió la sonrisa y corrimos con júbilo a ponernos la ropa

de baño para bajar a nuestra anhelada playa, donde pasamos casi

todo el día. Por la noche nos vestimos y maquillamos para salir en

busca de diversión. En una ciudad de vacaciones es fácil hacer

nuevas amistades y, como no, ligar o pegar un polvo. Marta y Begoña

ligaron en la segunda disco, Rosa en la tercera. Yo me conformaba

con bailar, pero al ver que me estaba quedando sola empecé a tirarle

los trastos a un moreno que enseguida se dio por aludido. Bailamos un

rato mientras nos lanzábamos miradas cargadas de contenido erótico,

y rozábamos nuestros cuerpos al menor descuido. Estaba sudando, y

me dirigí a la barra a pedir algo. Hice hueco entre los que estaban

apoyados en ella, y casi me caí sobre un cuarentón. Apenas le miré

para disculparme, y me dediqué a intentar que el camarero me

prestara atención. Él me golpeó el hombro. Creía que me iba a

reprochar mi mala educación.

-Hola- me dijo.
-Hola- contesté, distraída, alzando el brazo para reclamar al

camarero.
-¿Qué quieres tomar? -dijo, llamando al camarero, que acudió en

cuanto levantó la mano.

Le miré con suficiencia. Desprecié su actitud de ligón de discoteca. Si

pensaba que iba a llevarme a la cama invitándome a copas estaba

muy equivocado.

-Ya lo tienes aquí. -dijo, y se desentendió de mí.

Le volví a mirar. No sé si me dolió más haberme equivocado al juzgarle

o que hubiera pasado de mí. Me dirigí de nuevo a él para darle las

gracias.

-Me llamo Isa. -dije, intentando ser simpática.
-Encantado Isa, yo soy Jorge.

Para mi sorpresa, me extendió la mano en lugar de darme dos besos.

Paso dos. Nos olvidamos de lo escrito ayer. Hoy la cosa empieza

cuando se presenta al hombre del hotel, que todavía no sabe que es

el mismo. Se lo encontrará cuando vaya al hotel con el moreno que

se ha ligado.

-¿De vacaciones? -preguntó, ofre
---
Hoja electrónica en blanco. A ver quién es capaz de juzgarme. Dios

mío, es que leo las tonterías que escribo y me da cosa, tengo que

borrarlas. Tendría que guardar el censor, pero no puedo, va conmigo.

¿Tengo una historia? No, no tengo, o no estoy segura de cómo

desarrollarla. No estoy segura no, no tengo ni puta idea. Eso, ni puta

idea. Empezamos bien. ¿Qué me gustaría hacer? Me gustaría

demostrarme que soy capaz de escribir bien y de desarrollar un

cuento, me gustaría que me seleccionaran para publicarlo en el

Proyecto Sherezade. Y que me toque una primitiva, no te jode. Pero

bueno, que digo yo que es una cosa como más probable, que

depende de algo que yo hago, y si tengo capacidad, ¿por qué no?

Claro, ahora tengo que demostrar que tengo capacidad. ¿Qué me

pasa? que siempre me quedo en blanco, que no sé qué escribir ni

cómo, eso quiere decir algo. O que tengo muy buenas intenciones y

esto no es lo mío, o que soy un genio atormentado por una educación

mediocre. Qué cachondo esto último. Prohibido releer, qué más da,

esto es un desahogo. Tengo que aprender a no releer hasta terminar

lo que me propongo, un párrafo, una hoja, una frase. No volver atrás

para corregir y permitir que se ponga en marcha el censor. Debería

planificar un ejercicio así antes de ponerme a escribir. Por ejemplo,

escribir durante 10 minutos todo lo que se me pase por la cabeza, sin

corregir ni preocuparme cómo ni qué escribo. Después, plantear un

argumento sencillo en dos frases, y sobre eso escribir un cuento.

Puede ser corto y malo. Una vez escrito (sin volver la vista atrás...)

dejarlo descansar sin releer hasta el día siguiente, y otra vez lo

mismo, diez minutitos de escritura rápida para ejercitar los dedos y

desintoxicar la mente y repaso del cuento, esta vez corrigiendo y

buscando fallos. No me servirá para crear un cuento que te cagas,

pero para ejercitarme quizá sí.
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Fui yo quien lo dejó hace años, pero no había día que no pensara en

él. No sé si era pura atracción física, porque creo que no estaba

enamorada. Al menos, no me dolió dejarle. Total, él seguía

haciéndome caso, y yo me sentía más libre alejada de sus celos.

Sabía que me avergonzaba que me vieran con él, porque en aquellos

momentos la diferencia de edad me preocupaba. Ahora me daba igual.

De cualquier modo, estaba a punto de casarme y no era momento de

preguntarme por qué seguía pensando en él todos los días.

No habíamos perdido el contacto. Aquél viernes de julio había

quedado por la tarde para tomar un refresco en su casa, un bonito

chalet con piscina, a pocos kilómetros del mar. Me recibió Silvia, su

novia, una morena de 22 años que llevaba cerca de un año con él.

Intercambiamos un par de besos y me llevó de la mano junto a la

piscina, mientras hablábamos del asfixiante aire de poniente. Él

estaba sentado en una mesa a la sombra de un toldo, y me dedicó

una sonrisa encantadora. A menudo fantaseaba recordando

sensaciones que habíamos experimentado juntos, o imaginando

situaciones nuevas. Me gustaba que me deseara, que me sonriera

como ahora. Quizá ninguno de sus gestos encerrara la intención que

mi imaginación le daba cuando se disparaba, pero me gustaba

escapar de la realidad pensando en ello. (cuando algún gesto o

palabra suyos me lo hacían suponer mi imaginación se disparaba con

deseos reprimidos. Deseos no debían hacerse realidad.). Nos

saludamos dándonos dos besos muy cerca de la comisura de los

labios, como siempre. Silvia sacó una bandeja con cervezas y unas

olivas. Llevaba un pequeño pantalón corto y la parte de arriba del

biquini. Estaba muy morena, y era muy bonita.
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M'estoy estresssaaaaandooooo

No me puedo anclar en la monotonía. En el momento en que lo hago me agobio y casi siempre dejo de lado otras cosas importantes. Pero no puedo hacerlo todo. Es imposible dedicar la tarde a dejar la casa estupenda y además estudiar, por no hablar de dedicar el tiempo a otras cosas más placenteras que no son obligaciones, y encima, hacer un poquito de ejercicio. Mi día no tiene tantas horas, y me pregunto por qué siempre tengo que estar haciendo algo y nunca hay tiempo para tumbarse en el sofá. Quiero aprender a no hacer nada. Quiero aprender a no pensar en obligaciones cuando termino de trabajar. Porque vamos, que no me apetezca limpiar cuando llego a casa es más que normal, no es sinónimo de vaguedad ni nada parecido. Y mira que Keko intenta mostrarme que no es como yo me lo planteo, pero en eso tengo la mente cuadrada y sé que tengo que cambiarlo, porque si no, mis días serán obligaciones y más obligaciones; a dormir, y otra vez obligaciones. Será porque mi madre siempre me abroncaba con la misma cantinela: “primero la obligación, y después la devoción”. Gracias mamá por enseñarme a vivir todo el día estresada.

Más de lo mismo

Eso me pasa por hablar. El sábado pasado tuve sobredosis de despedidas de solteros, y eso que no fui a ninguna. Salimos a tomar unas copas por Alcoy y nos encontramos con algunos amigos que estaban de juerga sexista, es decir, celebrando las despedidas de una pareja de conocidos. Ellas desfilaban -qué raro- con una polla hinchable más alta que yo, que lo mismo montaban en plan vaquero como se la pasaban a patadas o manotazos. Y aunque la novia –pobre- se hacía la desentendida como si la cosa no fuera con ella, no encontró la forma de deshacerse del dichoso falo ni de las amigas. Los tíos iban vestidos con un chaleco reflectante naranja y, a juzgar por lo desperdigados que iban, muy bien como que no se lo pasaron. Acabamos en el So-Ho con ellos, un poco aburridos porque algunos estaban demasiado agobiados, y otros demasiado pasados, pero al rato se unieron ellas, que dieron la nota pollera a lo que quedaba de noche. Creo que cuando me case voy a saltarme directamente el trance de la despedida. Ya se me ocurrirá a dónde emigrar para que nadie me encuentre.

Microrrelato El Mundo

La Meiga Mayor carraspeó frente al micrófono antes de iniciar su discurso. Los murmullos cesaron de golpe y todas contuvieron la respiración.

- Sé que es un momento importante y deseáis conocer el resultado de las hazañas de nuestras compañeras, así que no os haré esperar más.

Una de las Meigas que estaban a su lado tomó el relevo y se dirigió al público con una inusitada seriedad. Todas se temieron lo peor.

-Ha sido una lucha difícil. Ese condenado ha aprendido mucho en todos estos años…

Hizo una pausa y se dirigió a una esquina del escenario para sacar un objeto que levantó una oleada de gritos de satisfacción.

-Pero al fin hemos conseguido el trofeo que todas deseábamos. ¡El sombrero de Harry Potter!

Pasión por las pollas

He ido a pocas despedidas de soltera. En concreto, a dos. Suficiente para saber que el rollo habitual, el de las pollas en la cabeza y los Boys que hacen “estriptís”, no me mola nada. En ambas estuve en una sala de fiestas, y el tema consistía en gritar como una loca cuando salía el Boy, como si hubiera un premio de Miss Grito o algo así. Por supuesto, hay que ir disfrazadas de algo –normalmente de “algo” indefinible- y con unas cuantas pollas, pollones o pollitas colgadas, que se note que vas de despedida. Y cuando sale el Boy, imprescindible gritar “tío bueno” histérica perdida y aullar como una posesa cuando asome el bicho medio empalmado. Como si la polla fuera algo extraordinario y esa noche se abriera por fin la veda. La vergüenza que me provocan estas situaciones –mía y ajena- la neutralizo con buenas dosis de alcohol, así que yo soy una más de esas que gritan cosas, pero la verdad es que no me encuentro en mi salsa. En la primera despedida, a mitad de actuación, agobiada de ver pollas de airgamboys y tras darme un bajón cuando me terminé la copa, no me lo pensé mucho. Cogí la puerta y me largué a casa. Porque es que estos tíos no me ponen nada. Claro que es para pasar el rato, pero de verdad, qué forma más tonta. En la segunda aguanté hasta el final, pero cuando salimos era tarde y ya no tenía ganas de ir de fiesta, así que lo mismo, me fui para casa. ¿Rarita? Pues igual. Pero, con lo que me gusta la fiesta y el cachondeo, para una vez que se juntan un buen puñado de amigas, ¿qué tal pasar toda la noche juntas de juerga, charlando, riendo y bailando? Y no me vale decir que juerga es ir a montar el numerito en una sala de Boys o disfrazarse de “algo” para divertirse más.

Dentro de unos días tengo una despedida. En esta el Boy es sólo uno y va a despelotarse al restaurante donde cenaremos. Sigo sin estar de acuerdo con la costumbre de ver pollas en la despedida -¿qué tiene de atrayente ver una polla como hecho aislado?-, pero en fin, la novia es un poco ñoña e igual es divertido y todo. Lo que sí sé es que el chupete-polla, biberón-polla, si los hay, se los van a poner las organizadoras.

Los tíos, cómo no, están pensando ir al Romaní. ¿Es que en los tiempos que corren alguien necesita esperar a este tipo de acontecimientos para “estrenarse”?

En fin, que me hace gracia.

Un paseo por las nubes

De mala leche, nerviosa, y con dolorcito menstrual. ¿Algo más para hoy? No sé si todo es por lo mismo, quizá la mala leche acompañe a la regla, y los nervios sean producto de mi imaginación. Así que estoy pero no estoy, y después de tomarme un Espidifén el efecto del Ibuprofeno en mis cuarentaypocos (kilos) me está agilipollando. A mí me gusta, porque mientras floto noto que el dolor se evapora, y la sensación es muy agradable, y siento que por momentos no estoy sentada en este sitio. Lo que me da rabia es no poder disfrutarla porque estoy pendiente del trabajo y la jefecilla esta, que de vez en cuando se acerca para intentar echarnos la culpa de algo que -sospechan- hemos hecho mal (menos mal que lo tenemos todo bien atado para no darles esa satisfacción).

Estoy muy tensa, y no puedo concentrarme. A ver si luego me encuentro mejor y me relajo escribiendo alguna chorrada.

Los amantes tristes

Crítica (a mi manera) del libro que leí anoche:

Los Amantes Tristes, de Eugenia Rico.

Debo estar demasiado equivocada porque no encuentro ninguna crítica que coincida con la impresión que me dejó este libro. La trama me pareció absurda, poco creíble y la historia está plagada de tópicos infumables. Los personajes no tienen personalidad ni credibilidad. Todo en mi humilde opinión, claro. Una de dos, o no soy lo suficiente avispada para “captar” lo que no se muestra con las palabras o el mundo de la crítica es otro que no tiene nada que ver con el mío. Pues nada, yo a dar mi opinión que de eso se trata ahora. La historia va de un chico español que vive en París y que recibe una llamada de un viejo amigo pidiéndole ayuda, con el que –por circunstancias que supuestamente luego se tienen que aclarar- dejó de tener contacto después de vivir una estrecha amistad. Para encontrarlo se le ocurre volver a llamar a su antiguo amor, a la que pilló en la cama con otro y dejó en su momento. Pues nada, quedan y ella no aparece porque mientras iba de camino localiza al amigo –con el que no se llevaba nada bien- en un psiquiátrico. Van a verle y se enteran de que el tipo está ahí porque al casero no se le ocurre otra cosa para quitárselo de encima que decir a la policía que está loco, así que ni corta ni perezosa, sin pedir explicaciones, tira la puerta abajo a las dos de la mañana, se lo llevan drogado al psiquiátrico, lo tienen empastillado permanentemente y no le dejan salir. Muy lógico, ¿verdad? Imagine que el vecino del tercero va a la policía, le denuncia por loco y ésta se cuela en su casa sin explicaciones y lo recluye en un psiquiátrico sin que usted pueda alegar nada en su defensa. Supongo que la policía en un país democrático no puede hacer eso, ¿o sí? El supuestamente loco tuvo una infancia chunga, padre que pegaba a la madre y esas cosas, y como la familia pasa de él y los amigos no son familia, no pueden hacer nada por sacarle de ahí. A todo esto, al primer encuentro, el español y la tía se enrollan y siguen enrollados hasta el final. El protagonista supuestamente le tiene mucho rencor porque ésta le hizo mucho daño, pero sin hablar ni gastar un momento en pedir explicaciones, todo se olvida. Un polvete y tan contentos. Volviendo al amigo del psiquiátrico, consiguen que el padre, que aparece no se sabe ni cómo ni por qué, les dé potestad para representar a la familia, así que al fin pueden solicitar que un tribunal médico revise al loco para ver si pueden liberarle. Pues bien, cuando llega el día, la simple declaración de la tía es suficiente para que no le dejen salir, aún cuando el español y ella estaban de acuerdo en que lo querían sacar, pero nada, la muy guarra dice que es verdad, que está loco, que no lo saquen. El español se larga muy confundido cual Dinio, contrariado por la putadilla que le ha hecho la francesa, y hete aquí que cuando llega a casa se encuentra una carta que ha escrito ella confesándole que sentía una irrefrenable atracción por el francés desde que le conoció, hasta que finalmente un día se cogieron por banda, pero que le quería a él porque era el más bueno y la aguantaba –no te jode…-. Ella no vuelve a casa en varios días, hasta que un día aparece, se instala como si no hubiera pasado nada y lo siguiente es que se queda embarazada y son felices visitando al loco, que ya se ha vuelto gilipollas con tanta pastilla y está más contento de vivir en el psiquiátrico.

Demasiado cruel, pero es que no me ha gustado nada. Cuando iba por la mitad de la novela –de pocas hojas y pequeñas, pero con las letras tan grandes como un libro de parvulitos- ya lo estaba sospechando.

Más vacaciones, por favor

Todos los intentos de mantener a raya mi ansiedad se han ido a la mierda. Cuando he abierto el correo me he encontrado un mail muy cachondo de mi Supervisora, que sin contar conmigo me lanzaba al ruedo para que me pillara el toro, y en un tonillo de guasa insoportable. Ahora resulta que tengo reunión con una tía que es “jefa de algo que ni ella misma sabe” que seguramente irá con la idea de descargar su frustración contra alguien, porque todos los proyectos que quieren emprender no van ni a patadas, y están empeñados en buscar responsabilidades por nuestro lado. Así que quién mejor que una pringadilla como yo para comerse el marrón con patatitas. Y claro, lo único que me queda es el pataleo, porque con la excusa de que “tú tienes el conocimiento y yo mando”, cualquier intento de exponer que mi puesto no tiene la responsabilidad requerida y por supuesto mi sueldo no está a la altura, son anulados de forma casi instantánea. Estoy muy cabreada. Bonita vuelta de vacaciones.

Suerte que has estado ahí para reconfortarme. Después de almorzar contigo, de hablar y descargarme me siento mucho mejor. Anoche me acosté preocupada porque me dijiste que tenías un día de bajón, y como no es normal en ti me preocupó. Esta mañana apenas me he acordado con el disgusto de la reunión, y cuando te he preguntado estabas como siempre. Me alegro mucho.