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Cartas desde mi celda

Vida y milagros

De vuelta

No tengo mucho que contar, pero me he pasado por el Blog y lo he visto tan abandonado que me ha dado pena. Ha pasado un mes desde la última vez que escribí, aunque el tiempo se me ha pasado volando. No hay novedades de ninguna clase. El trabajo igual, la gente igual, todo igual. A veces pienso que mejor así, que estamos todos contentos y felices. Lo único que falla es el trabajo, pero me lo he tomado como un esfuerzo necesario -que no tiene por qué ser placentero- que al menos tiene la gratificación económica para seguir llevando una vida en condiciones. Así hasta que llegue otra cosa. La semana que viene tenemos una oposición. No tenemos muchas posibilidades, pero si al menos sirve para meternos en una bolsa de trabajo merece la pena intentarlo. Coincide con las fiestas de Sant Jordi, pero este año no creo que acabemos borrachos y malísimos de la muerte, así que dudo que nos plantemos en el examen con resaca. Con los años esas cosas ya no tienen gracia ni parecen tan divertidas. Cuando te acostumbras a comer bien, hacer un poco de ejercicio, no fumar y no beber alcohol, el trauma de pillarse un pedo es más gordo que en la época de fiesta intensiva de viernes a domingo. Sé que me estoy volviendo un poco abuela, pero es que encima me gusta estar así.

Cambiando radicalmente de tema, no puedo evitar hablar del pedante de mi jefe(cillo). Hace unos días nos dio una charlita y, dándoselas de entendido en la lengua de Cervantes, repitió la frase en tanto en cuanto unas grxsfrasr de veces. Más o menos, todas las veces que necesitó unir una frase con otra. Opino que es una de esas fórmulas que, para usarla correctamente y sin parecer un pedantón de cuidado, hay que tener un dominio perfecto de la lengua. Yo ni siquiera me atrevo a usarla. Le doy el PALPDMPDV (Premio a Lo Peor Desde Mi Punto De Vista).

Stop!!!

Stop!!! Ya pasó. El sábado que viene es que ni salgo, palabrita del niño Jesús. Vaaaaleee, una está mayor, ¿y qué? Aunque hace unos años –pocos- me pareciera imposible, cuando llega el viernes me alegro porque… ¡me puedo quedar en casa! Quién lo diría. Yo, que no paraba en casa ni para cambiarme, que salía de trabajar y me enfundaba el traje de vampiro para no volver hasta el amanecer. Y mira. Pero estoy hecha polvo. No he descansado en todo el fin de semana y todavía me siento como si me hubieran pegado una paliza. La despedida fue un rollo, pero como había alcohol me tiré a él como si se fuera a terminar. Claro que, o eso, o me ponía a hablar de la regla -tema número 1- experiencias y encuentros en la enésima fase cuando una se casa -tema semi-permanente en las variadas conversaciones- o el estriptis de otras despedidas a las que he asistido. Jo-tía-o-sea.

Desgana

Desgana Entre Frenadoles y desmotivaciones laborales varias, he pasado una semana rararararara. Hoy me he despertado con el firme propósito de no poner el despertador mañana, que ya está bien de dormir poco, aunque me tiente levantarme antes para hacer cosas –joer tía, piensa un poquito en ti. Este finde tengo la despedida, y espero no hacer tanto el burro como la semana pasada, que luego me paso toda la semana recuperándome. A ver qué pasa. Hace mucho tiempo que no salgo sólo con ejemplares de mi género –normalmente vamos revueltos, pero no juntos, las parejitas pegajosas a darse el filete al coche-, así que me atrae revivir las tonterías por minuto que somos capaces de decir un número x de mujeres cuando nos alcoholizamos. Avorem.

Sed de Fiestuki

Estoy medio dormida, a pesar del café, y para colmo las herramientas no se abren y no se puede navegar, así que por el momento no hay nada interesante que hacer. Sólo puedo escribir, pero me cuesta más ponerme que hacerlo, y llevo como una hora en blanco, intentando sin éxito bajarme el correo o abrir el programita con el que trabajamos. Me siento muy perezosa.

El sábado nos reencontramos con Bea y Javi y tuvimos una sesión alcohólica de las de antes. Hacía muchísimo que no nos veíamos –desde Nochevieja, en Valencia- y para celebrarlo cenamos en casa y le pegamos al café –café licor, bebida típica de Alcoy- y al whisky un buen rato. Como siempre, nos reímos y nos rayamos mucho. Después salimos por ahí –qué frío hace en la montaña, joer-, y esta vez no hubo bajas antes de tiempo, que era la tónica general de las últimas salidas.

Ya sabéis, hay que repetirlo pronto. Pero sin resaca al día siguiente -aunque a partir de los veintitantos sea pedir demasiado ;-)

Más de lo mismo

Eso me pasa por hablar. El sábado pasado tuve sobredosis de despedidas de solteros, y eso que no fui a ninguna. Salimos a tomar unas copas por Alcoy y nos encontramos con algunos amigos que estaban de juerga sexista, es decir, celebrando las despedidas de una pareja de conocidos. Ellas desfilaban -qué raro- con una polla hinchable más alta que yo, que lo mismo montaban en plan vaquero como se la pasaban a patadas o manotazos. Y aunque la novia –pobre- se hacía la desentendida como si la cosa no fuera con ella, no encontró la forma de deshacerse del dichoso falo ni de las amigas. Los tíos iban vestidos con un chaleco reflectante naranja y, a juzgar por lo desperdigados que iban, muy bien como que no se lo pasaron. Acabamos en el So-Ho con ellos, un poco aburridos porque algunos estaban demasiado agobiados, y otros demasiado pasados, pero al rato se unieron ellas, que dieron la nota pollera a lo que quedaba de noche. Creo que cuando me case voy a saltarme directamente el trance de la despedida. Ya se me ocurrirá a dónde emigrar para que nadie me encuentre.

¡Vacas!

Vacaciones. Lo mejor que te puede pasar cuando trabajas. Me da igual que de los nueve días cuatro sean para exámenes. No me agobian ni me ponen nerviosa. Todo lo contrario. Me gustan porque puedo saborear un poco de vida universitaria. En la UNED, si no tienes tiempo para ir a tutorías, lo único que te hace tomar conciencia de que eres universitario son los exámenes. Podría coger permiso para ir un día de trabajo, pero prefiero desconectar del todo, estudiar si me apetece o salir a tomar una cervecilla. En definitiva, tener unos días para creer que este trabajo no tiene nada que ver conmigo.

Aprender a "escribir"

Empezamos bien el día. A la lámpara fluorescente que está encima de mi puesto le ha dado por hacer guiños y me está poniendo nerviosa, además de amenazar a mi vista. ¿Por qué no se funde de una puñetera vez? A ver si poniéndome la mano en el ojo izquierdo, así, a un lado, consigo pasar de ella. Lástima que tenga que usar las dos manos para escribir…

He vuelto a pasar por la página web del Taller Literario que ya miré hace un tiempo. Desistí de la idea de hacerlo por razones económicas, así que no sé por qué lo miro ahora, si me viene mucho peor. La de libros que me puedo comprar con todo ese dinero, pero claro, no es lo mismo. Lo bueno de un taller es la posibilidad de interaccionar con más gente, y de recibir opiniones y críticas sobre lo que escribes, sobre todo por parte de los profesores. Pero nada, tengo que ser realista. Supongo que me compraré otro libro sobre técnicas e iré practicando por mi cuenta, y haré el curso de la UNED sobre Alzheimer, que es interesante para la carrera y mi futuro currículum. Lo otro a fin de cuentas es un hobby que me gustaría perfeccionar para escribir bien, pero no tengo mucha más aspiración que publicar cosas en una página web para que las lean mis amigos.

Histeria Pre-exámenes

Esta semana no he conseguido ponerme a estudiar por las tardes. Lo intento y me duermo, o me pongo a pensar en todas las cosas que hay que hacer en casa. Sólo tengo el sábado para estudiar, y tengo que aprovecharlo bien porque el domingo tenemos comida familiar, y por muy pronto que nos propongamos volver no podré hacer nada. Me conozco. Hay gente que se encierra en casa en plan ermitaño y da un ultimátum a todos los que le rodean para que no cuenten con ellos, para que les dejen en paz, pero yo no puedo hacer eso, aunque me gustaría. Si todo el mundo tiene la excusa de los exámenes para evadirse de compromisos, ¿por qué yo no? Esta semana que viene lo intentaré, que es la última y tengo que apurarla como sea. No me puedo poner nerviosa advirtiendo a todo el mundo que no me comprometa, lo que tengo que hacer es estudiar y tranquilizarme, no decir que voy a hacer esto y lo otro. Simplemente hacerlo y con eso ya tendré excusa suficiente.

Keko sigue igual. Ya no sé cómo animarle a estudiar. Lo peor de todo es que me lo pega…

En fin, estoy un poco cansada de pensar en todo lo que se debe hacer y dejarlo siempre para más adelante. A partir de ahora sólo voy a pensarlo una vez, y lo siguiente que haré será hacerlo. Si veo que no puedo, es que ni lo pienso. Es una de las fuentes de ansiedad más grandes que tengo y debo cambiarlo.

Sólo me sale escribir sobre las cosas que me hacen daño por no sacarlas al exterior, por eso hay días que no se me ocurre qué poner. Esto que cuento son rollos chungos, y no me gusta escribir sobre cosas tan grises y poco interesantes, pero por otro lado estoy convencida de que me hace bien. Por eso lo hago, aunque no quiera ni volver a leerlo ;-)

Otro día chungo

Qué mal. Hoy es uno de esos días que no me puedo concentrar en nada. Ni siquiera puedo escribir. Si estoy escribiendo es porque pienso que me hace bien para desahogarme y me estoy obligando. En días como hoy siento algo que me agobia, algo que no sé qué es. Otras veces siento la ansiedad de alguna amenaza que normalmente no es real, pero al menos tiene algún fundamento. Menos mal que el rato del trabajo está salpicado por las salidas a los descansos visuales y al descanso para almorzar, y tengo a Keko para que la mañana se me haga más llevadera. Esta semana tenemos el descanso a la misma hora, así que podemos tomar un café más tranquilo y charlar. Yo nunca tengo suficiente, pero mejor eso que nada. Me hace bien poder compartir un rato con él, porque aquí hablo más bien poco, por no decir nada, y aunque esté entretenida con mis cosas y no lo parezca, cada día que pasa me afecta un poco más. Aunque ya he aprendido a crear mis estrategias para desestresarme y cada vez es más llevadero. No sé cuánto tiempo más tendré que estar aquí, pero nuestra intención es cambiarlo por otra cosa. De momento, estamos mirando oposiciones y presentándonos a las que podemos. La próxima que tenemos es para la UMH, de auxiliar administrativo. Aprobemos o no, lo importante es ir intentándolo, sobre todo ahora que somos más jóvenes y no estamos tan cansados de todo.

A toda prisa

Hoy me he levantado con mal pie, por lo menos con el paso apresurado, porque me he dormido y casi llego tarde. Lo curioso es que me he despertado -después de apagar los despertadores y evitar que volvieran a sonar- porque estaba “oliendo” a café recién hecho. Antes, cuando vivía con mis padres y se preparaban un café antes de irse a trabajar, este olor me resultaba repulsivo. Pero hoy, gracias a eso, he tomado un poco de conciencia de que aún estaba en la cama y recordé que el despertador ya había sonado. Ha sido mirar el reloj y “descubrir” que tenía apenas 10 minutos para asearme y vestirme, así que he tenido que ir contrarreloj. No me gusta ir a ningún sitio con cara de recién levantada, por eso prefiero levantarme con tiempo para vestirme y desayunar con tranquilidad, ver las noticias de la tele unos minutos mientras me tomo el café, y después ir a trabajar con paso tranquilo, pero hoy no ha podido ser. Menos mal que un café en el trabajo hace maravillas y te calienta el cuerpo para olvidar el traspié y seguir como si nada.

Ayer estuvimos mirando una cortina para el comedor. Mi madre se empeñó en hacerla y regalárnosla y quería que fuéramos cuanto antes a ver la tela. Menos mal que sólo queremos una cortina, porque las dichosas telas cuestan una burrada, ni que las siguieran importando de la India e hicieran la ruta de la seda cuarenta veces antes de llegar a la tienda. En fin, ella está acostumbrada, y como le hacía ilusión ir a esa tienda tampoco era plan de marearla llevándola a todos los sitios que nos solemos patear buscando el mejor postor. Hace poco se compró unas para el comedor y le costaron el doble –tiene dos cortinas. Lo dicho, que menos mal que sólo queríamos una.

Ni tanto, ni tan poco...

Cuando dije que me gustaba el frío creo que se me entendió mal. Me gusta que haga frío para encerrarme en casa después de volver de la calle, poner la calefacción y vestirme con ropa cómoda y calentita. No es que me encante pasar dos horas a dos grados bajo cero en la montaña. Me refería a pasar un poco de frío en la calle, antes de meternos en casa de los padres de Keko y acomodarnos frente a la estufa de pellets para entrar en calor. No tengo especial interés en parar en medio de ningún sitio justo donde hace más frío y dejar que vaya paralizando mis dedos, o cortándome la piel de la cara. Eso lo dejaremos para los aficionados a los deportes de montaña. Pues bien, no sé si fue la escalera por la que pasó Keko el martes 13, o mis deseos exaltados de pasar frío, pero pinchamos. Sí, pinchamos. Nos topamos con un pedrusco en medio de la autovía, justo antes de que se acabara, y nos paramos en la rotonda de la salida, en medio de ningún sitio, a dos grados bajo cero y con una mierda de herramienta que el coche llevaba incorporada -que se dobló al segundo intento de aflojar los tornillos. Suerte que existe el móvil (con batería). A nuestra llamada acudieron el padre y el hermano de Keko, que se animaron a pasar frío con nosotros. Tras doblarse la herramienta que llevaba el Saxito, probaron con la del Opel y no encajaba, así que Fernan volvió a por otra. Para más cachondeo Keko repitió varias veces que me pidió que le regalara un juego de herramientas de esas en Reyes, y que si lo hubiera tenido… Claro, si no me dijeras a última hora lo que quieres no estaría yo comiéndome la cabeza para saber qué regalarte y te compraría cosas que quieres realmente. Gilipichi.

Al final llegamos a Alcoy para cenar y regresamos a casa sin incidentes. He dormido poco y tengo un sueño…

¡Viva el frío!

Hoy hacía frío, un aire helado como cuando el año pasado nevó en la montaña. Me gusta que el invierno sea invierno, o sea, que haga frío, y aquí en la costa casi nunca hace. Pero hoy, por fin, ha hecho. Tenía miedo de que el invierno se confundiera con la primavera, y de ahí volviéramos al asfixiante calor del verano pasado. Espero que este año no haga tanto calor, fue terrible, era julio y ya estábamos hartos del verano. De todas maneras, a mí me gusta más el frío, será porque es lo que aquí más escasea. Me gusta acurrucarme en el sofá recubierta con una manta y con la estufa encendida. El frío te lo puedes quitar poniéndote más ropa encima, pero el calor, cuando te la has quitado toda, ¿qué te quitas para dejar de tener calor? No vale decir que para eso está el aire acondicionado, que en la mayoría de sitios lo ponen a temperatura de frigorífico, dejándote un mal cuerpo entre aire acondicionado y calor de la calle que no veas.

El caso es que justamente hoy vamos a Alcoy a pasar la tarde, ya que es el cumpleaños de la abuela de Keko, y si aquí hace frío, allí, en la montaña, hará bastante más. ¿No querías caldo? Pues toma dos tazas…

A dos horas del merecido descanso

Esta mañana me ha costado muchísimo levantarme, pero menos mal que es viernes. Con el descontrol de las fiestas y las vacaciones, me he ido tarde a la cama toda la semana. Algo de culpa tienen el sofá y la tele, que cualquiera se levanta tras probar las mieles del descanso en los brazos de uno y entretenerse sin ejercitar el cerebro con la otra, aunque la programación sea casi siempre un rollo patatero.

Los exámenes ya están ahí, a menos de un mes. Sin agobios, pero sin dormirme en los laureles, tengo que ponerme las pilas. Otra vez por culpa de las dichosas fiestas he pasado unas dos semanas sin estudiar nada, y ya se sabe lo que cuesta volver a la rutina. Menos mal que nos espera un fin de semana tranquilo. El sábado no tenemos plan y el domingo queremos jugar una partidita de Trivial en casa.

Hoy es mi quinto día seguido sin fumar, pero imagino que este fin de semana caerá algún cigarro. No sé por qué no me motiva dejarlo del todo. Es más cómodo, supongo, creer que lo controlo y sentirme bien así. Cierto que tampoco me agobio porque he trabajado mucho para fumar como ahora lo estoy haciendo, y cada día que no fumo es porque soy consciente de que mi cuerpo no se merece ese maltrato a cada pocos minutos. Me gusta fumar -me fastidia reconocerlo- pero me privo como quien se priva de comer dulces para no engordar. En este caso lo hago porque no quiero enfermar.

Tres días

Llevo tres días seguidos sin fumar. Es fácil, muy fácil, aguantar cuando no rompo la rutina de un día normal de trabajo, así que poco mérito tiene. Lo de los tres días lo digo porque suele ser el tiempo que estoy fastidiada por las mañanas cuando fumo otra vez (eso si fumo poco, porque si me paso puede llegar a cinco o seis). Como no es de mi agrado despertar con la garganta llena de cristales y la nariz congestionada, me pregunto por qué soy tan idiota de seguir buscándolo, a sabiendas de que siete minutos de un cigarro significan varios días de malestar. Así nunca dejo de tener la garganta jodida. En definitiva, siempre es lo mismo, cuando se me pasa el efecto del tabaco después de unos días y me encuentro bien, se me olvida por completo lo malo y sólo pienso en lo bueno. Mierda de droga.

Un poco de ayuda para dejar de fumar

Existe una lista de correo que conozco desde hace un par de años. Es un grupo de autoayuda para superar la adicción al tabaco, un punto de encuentro entre personas decididas a abandonar esta droga. El ambiente es muy agradable y cordial, y siempre hay alguien dispuesto a lanzarte unas palabras de ánimo cuando envías un mensaje en un momento de máxima desesperación. A mí me ha servido de mucho, aunque todavía tengo mucho trabajo por hacer para olvidarme de esta porquería…

Hoy me encuentro positiva y estoy adelantando mucho trabajo. Quizá tiene que ver que ya tenemos casi todos los muebles del comedor, y el sólo hecho de verlo amueblado y en orden me hace sentir bien. Cuando empecé a pagar me agobié mucho por el dinero, pero ahora la satisfacción de gastarlo en algo que nos gusta (y podemos tocar) es muy superior a la pérdida de unos cuantos numerillos (totalmente virtuales) en la cuenta.

No voy a parar hasta que lo consiga

Este finde volví a fracasar en mi intento de no fumar. En mi caso, sé de sobra que es una cuestión de cambio de hábitos ante ciertas situaciones y personas. Lo sé porque lo he conseguido a medias. Ya no fumo en el trabajo, ni en casa. Me paso casi todos los días laborables sin fumar. Pero es salir de fiesta o estar con gente que fuma y descontrolarme de mala manera. Quizá me pasa porque soy demasiado permisiva al pensar que como fumo mucho menos que antes no pasa nada, casi que me lo he ganado, y no me gusta. Me gustaría en algún momento poder decir que soy definitivamente ex fumadora, sin medias tintas.

¿Por qué?

No me gustan los comienzos, pero en algún momento se empieza a escribir, a conocer a una persona o a montar una casa. En cualquier caso, siempre es mejor que terminar.

Normalmente se llama trabajo, pero con frecuencia mi prisión también se encuentra en mi cabeza o mis sentimientos, y a veces siento que necesito desahogarme de alguna manera. Quizá por eso he creado este rincón.

Adiós, Navidad... (por fin)

Mi barriga ya no puede más, y entre tanto desplazamiento de aquí para allá echábamos en falta una tarde de esas tranquilas, sin plan ni ganas de salir de casa.

Por fin terminó la época de atracones y despilfarro. Aunque total, para que luego sigamos gastando influidos por una palabra que parece ser mágica. Rebajas. Nosotros quizá nos demos este fin de semana los regalos del día 6. Es lo mismo, pero después de las rebajas. Total, ya somos mayorcitos para creer en los Reyes Magos, y la economía es más importante que una fecha establecida por narices para hacer regalos.

Ayer entró un nuevo cacharrito en casa, un portátil. Tiene unos cuantos años y un procesador que ahora da risa. Pero yo lo quería para pasar mis apuntes, escribir mis cosas y jugar al Tetris, así que cuando ha tenido oportunidad, Keko me ha conseguido uno, y estoy flipadísima con él. Me da igual que vaya lento y sea antiguo, para mí es una pasada tener un ordenador que puedo ponerme sobre las piernas mientras estoy sentada en el sofá, porque yo sólo lo quiero para escribir.