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Cartas desde mi celda

Ni tanto, ni tan poco...

Cuando dije que me gustaba el frío creo que se me entendió mal. Me gusta que haga frío para encerrarme en casa después de volver de la calle, poner la calefacción y vestirme con ropa cómoda y calentita. No es que me encante pasar dos horas a dos grados bajo cero en la montaña. Me refería a pasar un poco de frío en la calle, antes de meternos en casa de los padres de Keko y acomodarnos frente a la estufa de pellets para entrar en calor. No tengo especial interés en parar en medio de ningún sitio justo donde hace más frío y dejar que vaya paralizando mis dedos, o cortándome la piel de la cara. Eso lo dejaremos para los aficionados a los deportes de montaña. Pues bien, no sé si fue la escalera por la que pasó Keko el martes 13, o mis deseos exaltados de pasar frío, pero pinchamos. Sí, pinchamos. Nos topamos con un pedrusco en medio de la autovía, justo antes de que se acabara, y nos paramos en la rotonda de la salida, en medio de ningún sitio, a dos grados bajo cero y con una mierda de herramienta que el coche llevaba incorporada -que se dobló al segundo intento de aflojar los tornillos. Suerte que existe el móvil (con batería). A nuestra llamada acudieron el padre y el hermano de Keko, que se animaron a pasar frío con nosotros. Tras doblarse la herramienta que llevaba el Saxito, probaron con la del Opel y no encajaba, así que Fernan volvió a por otra. Para más cachondeo Keko repitió varias veces que me pidió que le regalara un juego de herramientas de esas en Reyes, y que si lo hubiera tenido… Claro, si no me dijeras a última hora lo que quieres no estaría yo comiéndome la cabeza para saber qué regalarte y te compraría cosas que quieres realmente. Gilipichi.

Al final llegamos a Alcoy para cenar y regresamos a casa sin incidentes. He dormido poco y tengo un sueño…

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