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Cartas desde mi celda

A dos horas del merecido descanso

Esta mañana me ha costado muchísimo levantarme, pero menos mal que es viernes. Con el descontrol de las fiestas y las vacaciones, me he ido tarde a la cama toda la semana. Algo de culpa tienen el sofá y la tele, que cualquiera se levanta tras probar las mieles del descanso en los brazos de uno y entretenerse sin ejercitar el cerebro con la otra, aunque la programación sea casi siempre un rollo patatero.

Los exámenes ya están ahí, a menos de un mes. Sin agobios, pero sin dormirme en los laureles, tengo que ponerme las pilas. Otra vez por culpa de las dichosas fiestas he pasado unas dos semanas sin estudiar nada, y ya se sabe lo que cuesta volver a la rutina. Menos mal que nos espera un fin de semana tranquilo. El sábado no tenemos plan y el domingo queremos jugar una partidita de Trivial en casa.

Hoy es mi quinto día seguido sin fumar, pero imagino que este fin de semana caerá algún cigarro. No sé por qué no me motiva dejarlo del todo. Es más cómodo, supongo, creer que lo controlo y sentirme bien así. Cierto que tampoco me agobio porque he trabajado mucho para fumar como ahora lo estoy haciendo, y cada día que no fumo es porque soy consciente de que mi cuerpo no se merece ese maltrato a cada pocos minutos. Me gusta fumar -me fastidia reconocerlo- pero me privo como quien se priva de comer dulces para no engordar. En este caso lo hago porque no quiero enfermar.

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