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Cartas desde mi celda

Cosas de la celda

Rutina

Rutina A veces tengo la impresión de que esto se ha convertido en un juego de pelota. Con sus reglas para no salir expulsado, pero juego al fin y al cabo. Estoy cansada de estrujarme la cabeza para devolver los marrones escurridos por otros, lanzados con la intención de salpicar. Cansada de justificar por qué esto no, por qué yo no, o de recordar continuamente cuáles son los límites de mi trabajo, para evitar que se desdibujen sólo con acceder una sola vez a alguna petición poco razonable. Antes era distinto. Era distinto para todos. Teníamos una motivación porque era posible cambiar de puesto, incluso de sueldo, si uno lo demostraba con conocimientos, trabajo, y esas cosas con las que uno se esfuerza por ascender. Pero esto ya no ocurre. Así que me veo en la necesidad de negociar con bastante frecuencia mi trabajo, porque ya se han aprovechado bastante y por el mismo precio tengo menos trabajo y menos preocupaciones.

Por suerte ya me importa tan poco que en casa ni me acuerdo de esta bazura que antes me hacía pasarlo tan mal.

Hasta esto se ha convertido en rutina…

Un paseo por las nubes

De mala leche, nerviosa, y con dolorcito menstrual. ¿Algo más para hoy? No sé si todo es por lo mismo, quizá la mala leche acompañe a la regla, y los nervios sean producto de mi imaginación. Así que estoy pero no estoy, y después de tomarme un Espidifén el efecto del Ibuprofeno en mis cuarentaypocos (kilos) me está agilipollando. A mí me gusta, porque mientras floto noto que el dolor se evapora, y la sensación es muy agradable, y siento que por momentos no estoy sentada en este sitio. Lo que me da rabia es no poder disfrutarla porque estoy pendiente del trabajo y la jefecilla esta, que de vez en cuando se acerca para intentar echarnos la culpa de algo que -sospechan- hemos hecho mal (menos mal que lo tenemos todo bien atado para no darles esa satisfacción).

Estoy muy tensa, y no puedo concentrarme. A ver si luego me encuentro mejor y me relajo escribiendo alguna chorrada.

Más vacaciones, por favor

Todos los intentos de mantener a raya mi ansiedad se han ido a la mierda. Cuando he abierto el correo me he encontrado un mail muy cachondo de mi Supervisora, que sin contar conmigo me lanzaba al ruedo para que me pillara el toro, y en un tonillo de guasa insoportable. Ahora resulta que tengo reunión con una tía que es “jefa de algo que ni ella misma sabe” que seguramente irá con la idea de descargar su frustración contra alguien, porque todos los proyectos que quieren emprender no van ni a patadas, y están empeñados en buscar responsabilidades por nuestro lado. Así que quién mejor que una pringadilla como yo para comerse el marrón con patatitas. Y claro, lo único que me queda es el pataleo, porque con la excusa de que “tú tienes el conocimiento y yo mando”, cualquier intento de exponer que mi puesto no tiene la responsabilidad requerida y por supuesto mi sueldo no está a la altura, son anulados de forma casi instantánea. Estoy muy cabreada. Bonita vuelta de vacaciones.

Suerte que has estado ahí para reconfortarme. Después de almorzar contigo, de hablar y descargarme me siento mucho mejor. Anoche me acosté preocupada porque me dijiste que tenías un día de bajón, y como no es normal en ti me preocupó. Esta mañana apenas me he acordado con el disgusto de la reunión, y cuando te he preguntado estabas como siempre. Me alegro mucho.

Fumar hace amigos

Ahí está el primero. Allí están todos. Aparece uno y avisa a los demás de que llegó el momento. La euforia por el inminente “piti” les hace a todos llevarse supergenial, y sentirse superespeciales por la cosa tan guay que van a hacer. Son los colegas que hablan de sus cositas, de buen rollito, mientras se dan fuego y chupan del cilindrín con esa expresión de inteligencia, de madurez, que sólo ellos tienen el privilegio de tener porque hacen eso tan maduro de echar humo y meterse veneno por la boca. Los que mientras hablan ponen la muñeca así o asá para coger el piti de la manera más interesante. Cómo mola tener amiguitos para fumar con ellos…

En el trabajo -hablo de mi experiencia-, los que fumamos tenemos un especial apego hacia los compañeros fumadores, quizá porque nos puede hacer falta en cualquier momento un cigarrito, o que nos den fuego, o simplemente que no nos pongan cara de asco mientras fumamos. Yo ya no entro en este círculo de humo, pero lo describo de esta manera porque he sentido algo así cuando pertenecía a él, y aunque sigo siendo fumadora –más ocasional que antes, pero fumadora-, no me interesan ese tipo de amistades porque cuando dejé de fumar en el trabajo y me pedían fuego o un cigarro, se alejaban de mí en cuanto les decía que no llevaba. Lo peor es que nunca más les interesó llamarme para subir a tomar un café. Es como si los fumadores necesitáramos protegernos del rechazo hacia el tabaco agrupándonos para fumar y no tener la necesidad de justificar por qué hacemos esta tontería. Que quede claro que es sólo mi opinión y mi experiencia.

Sálvese quien pueda...

Acabo de enterarme de que quizá haya un éxodo masivo en el zulo...

La empresa da la posibilidad de apuntarse voluntariamente a un Expediente de Regulación de Empleo (por segunda vez), y media plantilla de mi departamento -del que no se presentó nadie o casi nadie en la primera convocatoria- ha echado la solicitud después de ver el pellizco que se llevaron los compañeros que se acogieron a él. Lo que no me esperaba es que también lo hubieran pedido la Supervisora y la Coordinadora (en cierto modo es mejor, menos jefecillos para un departamento de sólo veinte personas, herencia absurda de la empresa anterior), y por ese motivo nos han reunido para darnos la charlita. Ante la terrible noticia, ha habido gente que incluso ha llorado la posible pérdida. No veas qué pena. Sinceramente estoy tan harta de este curro, de este zulo y de la gente, que me importa una mierda quién se vaya o quién se quede. Yo me quedo, de momento. Me agarro a esto porque me da miedo quedarme en el paro y que sólo me llamen empresas de trabajo temporal para trabajar con contratos de un mes o tres meses. No me gustaría volver a la inestabilidad laboral de cuando tenía 20 años, aunque tenga que seguir aguantando hasta que encuentre otra cosa o apruebe una oposición. No me gustaría volver voluntariamente, claro está, porque si no hay más remedio hay que enfrentarse a ello y trabajar de lo que sea. Y porque, hasta que no termine la carrera mi única titulación sólo me da la posibilidad de meterme a un trabajo de igual (con mucha suerte) o peor calidad que el que ya tengo.

Ahora falta ver si a la empresa le interesa quitarse gente de nuestro centro o de otros de los muchos que tiene por toda España. Seguiremos informando.