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Cartas desde mi celda

Recuerdos

Hay un dicho que dice, más o menos, que tu hogar estará donde esté tu corazón. Mi madre se ha empeñado siempre en lo contrario. Decía que yo era de la ciudad que me vio nacer. Y eso, claro, es una tontería. Ahora que tengo uso de razón me atrevo a rebatirlo, aunque intentar hacerle cambiar de opinión es un desafío a su lógica, por lo que ya ni siquiera me molesto. Mi paso por allí se ha limitado al hospital donde nací, las visitas al ortodoncista y las salidas de compras, por eso no creo que nadie pueda decir que el sitio que tengo en mi corazón es la ciudad donde tuve que nacer. Sin duda, mi corazón está donde me he criado y he vivido gran parte de mi vida, pero incluso en el pueblo de origen de mis padres tengo un pedazo de hogar, aunque nunca me he atrevido a decírselo a mi madre. Hace muchos años que no voy, pero lo sigo echando de menos. Han sido muchos veranos y gran parte de la historia de mi familia se ha escrito allí. Mi corazón no se equivoca. Cuando he encontrado la página web de un periódico del pueblo, me ha entrado la nostalgia por recorrer esas calles de las que se habla con la normalidad de los que relatan un hecho cotidiano, o por escuchar palabras de su particular jerga que se cuelan naturales, como pinceladas, en algún texto de opinión. Después me ha quedado el recuerdo del encanto de los paseos a la fresquita, cuando se iba el sol y se veían arder los rastrojos desde la Alameda.

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